Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 10 de marzo de 2014

UN MAL AIRE
(abril 2013)
No entiendo cómo pueden ocurrir tantas cosas en solo una semana. Voy a tener que comprar días extra porque los siete de toda la vida se me quedan cortos. Para empezar, el lunes Úrsula llegó a casa con una piscina hinchable que había comprado para su hermano Terencio, que no soporta el calor y que, como se encuentra algo delicado de salud, no puede ir a la playa. Entre sofoco y aburrimiento, el pobrecito está que no hay quien lo aguante. El martes, las hermanísimas se pasaron todo el día montando el dispositivo para llenar de agua la susodicha piscina, enganchando directamente la tubería que hay en el cuartito de contadores y dejando a todos los vecinos sin agua durante media hora, a las ocho en punto de la mañana.
El miércoles, por fin, le dieron uso al flamante regalo y Terencio estuvo todo el día de remojo hasta que las hermanísimas se acordaron del pobre hombre. Eso fue cuando escucharon un lamento ahogado y corrieron a sacarlo del agua donde yacía tan arrugadito que no volvió a recuperar su estado apergaminado natural hasta la madrugada. El jueves Terencio empezó a desarrollar una bronquitis aguda y Úrsula y Brígida se asustaron tanto que ordenaron cerrar todas las puertas y ventanas del edificio, no fuera a coger una corriente. “¿Qué corriente ni qué corriente? Pero si no corre ni gota de aire, por favor, señoras”, les echó en cara la Padilla en pleno portal, mientras dos gotas de sudor le resbalaban desde la frente hasta el canalillo del pecho y moviendo el abanico tan rápido que parecía que tenía 32 en vez de uno.

Ante la nueva polémica, Úrsula sobornó a Carmela para que mientras limpiaba la escalera se encargara de vigilar que nadie se dejara abierta la puerta de casa o la del portal al entrar al edificio. También ordenó a su hermana Brígida a quedarse en la terraza que da al patio interior para que supervisara que ningún vecino abriese las ventanas. “Cualquier hilillo de aire podría acabar con nuestro hermano. Así que ya sabes”, le amenazó. El viernes, Terencio empeoró y mientras Brígida lloraba desesperada viendo cómo tosía de todos los colores, Úrsula empezó a gritar desconsolada “No se te ocurra morirte ahora ¿me oyes? No se te ocurra”. A pesar de tener las ventanas cerradas, todos pudimos escuchar perfectamente su lamento. Carmela, que se encontraba con la oreja pegada a la puerta de su piso, fue la única que pudo oír cómo termino la frase. “No puedes morirte antes de que compres el edificio”. “¡Qué insensible! Su única preocupación es que su hermano no la palme antes de comprar el edificio”, nos comentó después Carmela. Lo cierto es que por lo que nos hemos podido enterar, el hombre ya tiene medio cerrada la compra con el propietario. El problema es que si se muere no hay trato porque Terencio no ha hecho testamento para dejarle la herencia millonaria a sus hermanísimas. De momento, el hombre sigue arrugado por el tiempo que estuvo en remojo y tosiendo.

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