Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 10 de marzo de 2014

ALGO INESPERADO
(diciembre 2013)
El tráfico se ha descongestionado en la escalera y es que, por fin, volvemos a tener ascensor. A mí realmente me da igual. No suelo usarlo pero eso de tropezarme con medio edificio subiendo y bajando, me estaba empezando a estresar un poco. De hecho, a comienzos de semana, tuvimos un pequeño accidente. Otra vez, en apenas dos meses, la Padilla y Úrsula chocaron entre sí. Yo creo que hay algo que las atrae y no son buenos sentimientos. De eso nada. El caso es que una subía, la otra bajaba y ninguna quiso ceder el paso. Se pueden imaginar el resto. Lo único bueno del tremendo encontronazo fue que por fin Úrsula recuperó su habla popular -yo diría que incluso la ha empeorado- y ya no necesitamos que el profesor Quijano nos interprete sus palabras. De todas formas, el hombre sigue viniendo, de vez en cuando, para rondar a Brígida, de la que se ha enamorado. Como sigamos así, este edificio será sede de la reedición del mítico programa de televisión Lo que necesitas es amor. 
Pero a lo que iba, tres hombres, a cada cual más raro, vinieron el martes por la mañana con el nuevo aparato en cuestión y esa misma tarde ya teníamos instalado el ascensor. Aun así, no nos dejaron utilizarlo hasta el día siguiente porque todavía quedaban unos detallitos por ajustar. La Padilla montó en cólera. Tras el choque frontal en la escalera con Úrsula la rodilla se le quedó como las ensaimadas que venden en la panadería de la esquina y apenas puede caminar. Así que esa misma noche, mandó a Tito a forzar la puerta del ascensor pero el encargado de la empresa Otis había dejado conectada una alarma y aquello empezó a sonar como si fueran a evacuar la Casa Blanca por alerta máxima total. Bernardo, que es el que más madruga, porque sale con el taxi sobre las cinco menos cuarto de la mañana, le dijo a la Padilla de todo y luego se marchó a trabajar. A los 10 minutos, aparecieron dos policías que se acercaron a comprobar qué era aquel escándalo. Pepe, el poli que tenemos destinado en el edificio, se ha marchado unos días de vacaciones a ver a una tía que tiene en Villagarcía de Arousa y estamos sin vigilancia. Como aquella alarma no se paraba, tuvieron que llamar al señor del ascensor que llegó en pijama con una chaqueta vaquera encima y un cabreo que la alarma parecía música celestial a su lado. 

La Padilla aprovechó el lío para denunciar que no hubieran puesto en funcionamiento el ascensor cuando ya estaba montado y Úrsula, por una vez, le dio la razón. En ese momento, la alarma se paró en seco. Yo creo que de la emoción. Uno de los policías le preguntó al encargado por qué si estaba listo no lo ponía ya a disposición de los vecinos. “Es un servicio público”, le espetó pero no muy convencido de lo que había dicho. Harto, el hombre cogió una llave y abrió aquel aparato. Todos nos quedamos impactados.

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