Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 10 de marzo de 2014

CONTIGO EN LA DISTANCIA
(mayo 2013)
Impactado por el secuestro de su enamorada y con la impotencia de no poder estar a su lado después de su liberación -por prescripción policial- Terencio decidió regresar a Caracas. No aguantaba ni un segundo más en el edificio. Me lo encontré cuando salía del ascensor con su maleta y me confesó que desde que había llegado a la Isla, no había hecho más que sufrir por culpa de la avaricia de sus hermanas.
“Ya no soporto más esta situación”, me dijo con lágrimas en los ojos. Antes de abandonar el edificio rumbo al aeropuerto, le hizo llegar una carta a la Padilla -su amada- a través de Carmela, que se la entregó cuando la mujer salió a sacudir la alfombra del rellano.
Úrsula y Brígida no se esperaban la marcha precipitada de su hermano y se quedaron de piedra cuando se enteraron de la noticia porque el comisario Padrón se presentó para retirar a los dos policías que había puesto para custodiar el edificio con el fin de que Terencio y la Padilla no se acercaran el uno al otro. “Como su hermano se ha marchado a Venezuela, me llevo a los agentes que los necesito. No sabe usted cómo estamos con los recortes”, se quejó el hombre.
Obviamente, la mayor preocupación de las hermanísimas no eran los sentimientos de Terencio, ni siquiera su salud, que se quedó algo tocada con el disgusto amoroso. Lo que realmente les importaba era el problema que se presenta ahora, pues él es el único propietario del edificio y, desde la distancia, será más complejo convencerle de que arregle los papeles para dejarlo en herencia o, al menos, hacer a sus hermanas copropietarias, con lo que, de esta forma, Úrsula podrá recuperar la presidencia.
Pero el jueves, ante la sorpresa de todos los inquilinos, la Padilla nos citó a todos en el portal. Carmela fue la encargada de ir piso por piso para comunicarnos la cita. Cuando tocó el timbre de casa, me pidió si le podía dar un vaso de agua porque de tanto repetir lo mismo tenía la garganta seca. También aprovechó para quejarse de que su situación laboral está en un vacío, pues al no haber nadie al frente de la comunidad, ella no sabe para quién está trabajando y “últimamente me piden de todo. Soy la que limpia, la que atiende a la policía, la chica de los recados…” ¿La chica?, me pregunté a mí misma. Bueno, al menos a sus 57 o más sigue siendo optimista, pensé.

Esa tarde, bajamos todos al portal, incluidas Úrsula y Brígida que se colocaron en primera fila pensando que la mujer les iba a pedir perdón por haberse liado con su hermano. Allí, la Padilla nos comunicó, mostrándonos un papel que lo corroboraba que, antes de marcharse, Terencio le había hecho heredera única del edificio. Un ¡zas! en toda la cara a las hermanísimas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario