Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 10 de marzo de 2014

ESTO NO HAY QUIEN LO ENTIENDA 
(noviembre 2013)
La semana ha sido intensa. El lunes Pepe, el policía científico que estaba destinado a nuestro edificio en busca de un asesinato que nunca se llegó a producir, nos dijo adiós. Su jefe decidió cerrar el caso porque, si en tres semanas no había ocurrido nada, podíamos estar tranquilos. Lo dijo como si nos estuviera dando los resultados de una radiografía que así lo confirmaba. En fin. Carmela fue la más afectada por la marcha de Pepe. Cuando se enteró de la noticia, se llevó un disgusto tan grande que pensó en ir a pedir trabajo para limpiar las escaleras de la comisaría. “Es la única forma de que podamos seguir viéndonos”, dijo. Todos intuíamos ya que entre Pepe y ella había surgido algo. 
Pero, sin duda, la noticia de la semana ha sido que Úrsula ha recuperado el habla y lo ha hecho en castellano puro; tan puro, que Bernardo le ha pedido a un cliente de su taxi, que dice ser descendiente del mismísimo Miguel de Cervantes, que se pase unos días en nuestro edificio para que nos eche una mano. Quijano -que es como se llama este señor que se ha venido con la maleta llena de libros antiguos, “porque es ahí donde radica la base de la sabiduría”, según nos contó cuando subía a casa de las hermanísimas- me recuerda más a Sancho que al de la Mancha. Pero eso es otra historia. 

El jueves Brígida decidió hacer una merienda para dar la bienvenida a la voz de su hermana. El día antes, Úrsula empezó a mover la mandíbula sin dolor y el médico le dio el alta. Lo primero que pronunció fue un “suprime la comunicación eléctrica de ese aparato y la línea general, ya”, en clara alusión a la televisión. Fue en ese momento cuando Brígida dedujo que algo iba mal. “Te oigo pero no te entiendo”, le dijo a su hermana, a punto de llorar. Lo siguiente fue un grito de auxilio por la escalera. Por fin, a primera hora del viernes, Quijano ya estaba de terapia con Úrsula, tratando de descifrar esa palabrería tan enrevesada. A todas estas la Padilla, que se entera de todo, mandó a Tito con un recado a la hora de la comida. La verdad es que fue patético ver cómo nos transmitía la amenaza de su madre vestido de Papá Noel. “¿Qué pasa? No tengo ni tiempo para cambiarme. El Chen-Yu es un explotador”, se quejó aguantándose la barba. Según la Padilla lo que estamos haciendo con Quijano es ilegal pues está trabajando sin contrato. Bernardo intentó explicarle que lo único que está haciendo es descodificar lo que dice Úrsula y que es un amigo. Pero la Padilla no entró en razón e insistió en que se estaba cometiendo un fraude de ley. Entonces llamó a la policía para denunciar la situación y Pepe regresó al edificio. Carmela vio los cielos abiertos y se puso del lado de la Padilla. Nos acusó a todos de aprovecharnos de Quijano.

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