Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 10 de marzo de 2014

PRESIDENTA POR ACCIDENTE
(noviembre 2012)
Me he tenido que quedar de presidenta de mi edificio porque, hace unos días, Úrsula se agachó a comprobar si la lejía que usa Carmela, la señora que limpia la escalera, era de 0,75 euros o de 3,20. Todo en uno, se torció, se resbaló y se rompió la cadera y estará de baja un par de meses. Su hermana Brígida, con la que comparte cargo, se puso tan nerviosa esa noche que se metió un atracón de turrón del duro, que todavía le quedaba de las navidades pasadas, y terminó con la dentadura postiza echa añicos.
El siguiente en la lista era Bernardo, el taxista, pero resulta que lo han fichado de una cadena de televisión americana para la serie: Taxi in the City y estará de rodaje como mínimo nueve semanas y media por toda la Isla. El turno siguió corriendo y le tocó al tesorero que se negó en rotundo a aceptar el cargo. “Imposible. Estoy desbordado haciendo números para ajustar el presupuesto del edificio” y, en ese momento, el programa informático le borró todo lo que había hecho. Nunca lo habíamos visto llorar de esa forma.
En ese punto, la situación empezó a ponerse fea y Úrsula se vio obligada a llamar desde el hospital a su hermana que, como no podía hablar bien porque seguía sin dentadura, se limitó a decir “mm, mmm mmm”, con lo cual fue una conversación al puro estilo Harpo Marx. Al final, Brígida tuvo que acercarse a casa de los Padilla para comentarle al bisabuelo de la familia -siguiente en la lista- que tenía que asumir el cargo durante unos meses. El señor se emocionó tanto que se puso a saltar de alegría, antes de caer fulminado al suelo. Actualmente está ingresado en la habitación junto a la de Úrsula aquejado de un ataque de estrés por impresión o algo así.

Y entre accidentes, negativas, y sustos, el turno llegó a mí y aquí estoy, de presidenta accidental de una comunidad accidentada. A mi no me importa si solo es por una temporada. Lo que no llevo nada bien son los recados de Úrsula. Ayer me encargó que hablara con la señora de la escalera para quejarme del gasto que está haciendo en lejía; con el taxista para que, durante el rodaje de la serie, lleve publicidad del edificio -gratis por supuesto- en uno de los laterales del coche; y con el tesorero para que, antes del cierre del presupuesto, añada una partida específica para accidentes. Vale, lo haré. Lo peor es que, de tanto abuso en las llamadas, en el hospital le han quitado el teléfono de la habitación y, como tampoco tiene móvil, todos los recados me los hace llegar a través de Brígida que sigue a la espera de su nueva dentadura postiza. Y, claro, yo me paso más de dos horas descifrando sus “mmm, mm, mmm”.

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