Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 10 de marzo de 2014

POR PRESCRIPCIÓN MÉDICA
(mayo 2013)
Afortunadamente, Terencio se recuperó de su bronquitis causada, según el médico, por el excesivo tiempo que pasó en el agua algo que, debido a su edad y por su delicada salud, podría haber terminado mucho peor. El disgusto puso tan nerviosa a Úrsula que le echó toda la culpa a Brígida por haber descuidado a su hermano. “Insensata, ¿no ves que ha estado a punto de fallecer?”, le gritó llorando delante del doctor mientras le recetaba un par de pastillas para el pecho y algo de tranquilidad.
En el edificio todos sabemos que quien compró la piscina hinchable fue ella y quienes se olvidaron de que llevaba más de 12 horas metido en el agua fría fueron las dos. En fin, que la buena noticia es que el hombre ya no corre peligro. Al contrario, se ha recuperado tan bien que incluso está mejor que antes y el pasado jueves, ante el asombro de todos los vecinos y de sus propias hermanas, llamó al propietario y, en el cuartito de contadores del portal de entrada, consumó la compra del edificio. Así que ya tenemos nuevo dueño.
Úrsula no cabía en sí de gozo al enterarse de la noticia. Que su hermano sea ahora el propietario de todo el edificio le hace más fuerte y le da más posibilidades -según ella- de convertirse de nuevo en la presidenta de la comunidad. Brígida, que está disgustada por el trato y la humillación a la que la ha sometido su hermana tras el incidente de la piscina, no está a favor de esa decisión unilateral y, ahora, ella también quiere optar a la presidencia. El otro día, cuando bajó a tirar la basura, le confesó a Carmela -que estaba limpiando a fondo los botones del ascensor- que va a hacer todo lo que esté en sus manos para impedir que Úrsula se salga esta vez con la suya. “Yo también quiero ser presidenta”, le dijo.
La recuperación de Terencio es cada vez mayor y para poder tomarse la tranquilidad que le recetó el médico ha decidido mudarse de piso y se ha ido al que ha dejado libre don Justo, el hermano del antiguo propietario. Las hermanísimas no podían creerse lo que estaban viendo cuando al llegar del supermercado se encontraron a Bernardo, el taxista, ayudando en la mudanza a Terencio. Como es habitual, Úrsula se puso a dar gritos desagarradores, como si hubiese ocurrido una desgracia, implorando a su hermano que no se marchara y, en todo caso, si eso era lo que quería, que se la llevara consigo. “Estaré dos pisos más abajo. Necesito descansar”, le explicó él a través de la puerta.

Desde entonces, cada mañana, Úrsula baja con una bandeja con el desayuno -té, café, jugo de naranja, de papaya, bollos, mantequilla, mermelada- pero su hermano no le abre la puerta, por lo que empieza a temer que lo de su acceso a la presidencia corre peligro; y más, desde que Brígida vio como la Padilla le bajó un bizcochón a Terencio y sí le abrió la puerta. Mañana domingo empieza la campaña electoral. No nos queda nada.

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