Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 10 de marzo de 2014

A PIE 
(enero 2014)
Después de una semana de gripe en el edificio, la Padilla tomó la decisión unilateral e indiscutible de clausurar el ascensor porque se empeñó en que Carmela había dejado sus virus revoloteando por el aparato y eso era un auténtico foco de infección. En fin, que después de la inversión millonaria que se hizo y que nos dejó un ascensor con más aplicaciones que el Iphone9S, ahora, otra vez, los vecinos tenemos que subir y bajar por la escalera. Juanpe -que sigue buscando trabajo- se ha ofrecido a regular el tráfico en hora punta. La Padilla ya le ha dicho que, si quiere hacerlo, ella no tiene problema pero, “gratis”. Él se lo está pensando.
Por otro lado y, como ya había advertido Bernardo, el taxista, los buenos propósitos de Úrsula para el año nuevo caducaron en la madrugada del día 20 y ese intento por ser buena persona cayó en saco roto. Lo primero que hizo el mismo lunes fue echar de su casa a Tito, al que había acogido para que se recuperase de la gripe después de que su madre la Padilla lo rechazara.
Luego, se disparató y mandó a su hermana a colocar una catenaria en la escalera para poder que ella pudiera subir y bajar sin problema de roce con nadie. Pero, por si todo esto fuera poco, a la Padilla se le metió en la cabeza alquilar el cuarto de la azotea a su queridísima amiga de la infancia Charo, para que monte allí una peluquería. Al parecer, su marido cree que pasa demasiado tiempo en casa y eso le agobia, así que en Navidades le regaló cuatro secadores, un par de cepillos y unas tijeras. La mujer entendió la indirecta. Lo que no está nada claro es que ese cuartito tenga todas las garantías de seguridad y salubridad después de más de quince años cerrado. Pero la Padilla es la que manda. El miércoles, cuando abrió la puerta de aquel cuartucho, salió reptando y volando de todo. Con su dominio de la escena, convenció a Carmela para que hiciera una limpieza a fondo y a Juanpe, para que arreglara los enchufes: gratis. El jueves empezó el montaje de la peluquería y el viernes abrió las puertas al público.

La primera en estrenarla fue doña Aurora, la del quiosco. Como el ascensor sigue en cuarentena y la pobre mujer tiene artrosis reumatoide, la Padilla obligó a Tito a que la subiera a la pela. Enseguida, Juanpe se ofreció a realizar él mismo el transporte de señoras. A pesar de todos los intentos, el pobre hombre sigue sin conseguir que la Padilla le de empleo, cobrando. En cuanto a la peluquería, tengo la impresión de que Charo volverá pronto a casa. Por lo que veo, las señoras salen peor de lo que entran. Aurora bajó las escaleras por su propio pie, corriendo como alma que lleva el diablo, y con algo sobre la cabeza que para mí que no era su pelo. O sí, pero de otro color, forma y textura.

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