Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 10 de marzo de 2014

HUMANIDAD
(julio 2013)
Tras los últimos acontecimientos que derivaron en situaciones realmente absurdas entre los vecinos, un golpe de realidad nos sorprendió a todos esta semana cuando a nuestro portal llegó una pareja con un bebé. No sabemos cómo pudieron entrar, pues la Padilla, de momento presidenta de la comunidad, tiene ordenado, bajo amenaza de multa, que cerremos la puerta con llave desde las nueve de la noche. Carmela fue quien se tropezó con ellos el martes cuando llegó poco antes de las seis de la mañana porque, a pesar de haber hecho caso a su cuñada y dejar el currículum en la nueva tienda de chinos de la rambla, todavía no la han llamado y le ha recomendado que siga limpiando las escaleras del edificio, que algo es algo, dice. Los encontró sentados en una esquina del portal y pegó un grito tan grande que todos salimos a ver qué pasaba. Tito, el hijo de la Padilla, que ya anda mejor del envenenamiento, aunque no puede hablar todavía, fue el primero en bajar con el pijama puesto y con el bate de béisbol que robó en un partido de los Marlins. Bernardo, el taxista le siguió y yo, que estaba a punto de ir a trabajar, aproveché y bajé con ellos.
Al llegar al portal, vimos la cara de susto de Carmela. Sin pronunciar palabra, y al más puro estilo policiaco, Tito le hizo una seña a Bernardo para que cubriera el flanco derecho mientras él se hacía cargo del izquierdo. Una vez en sus puestos, empezaron a avanzar con cautela hasta llegar a medio metro de ellos. “¡Alto! ¿Cómo han entrado? ¿Qué quieren?”, preguntó Bernardo, mientras Tito asentía con la cabeza como si el taxista hubiera acertado la pregunta decisiva del concurso Atrapa un millón. En ese momento, ya estaban todos los vecinos el portal. Brígida fue la primera en darse cuenta de que también había un bebé y se acercó a hacerle una carantoña. Entonces, la joven madre le regaló una sonrisa y tendió los brazos para que lo cogiera.

“Tiene hambre y no tengo nada que darle”. A todos se nos paró el corazón. Sorprendentemente y sin dudarlo, Úrsula subió corriendo a su piso y trajo leche caliente. Después de unos minutos hablando con ellos, decidimos por unanimidad y sin discusiones que, hasta encontrar una solución a sus problemas económicos, aquella pareja y su bebé se quedarán en el edificio. La Padilla se ofreció a dejarles el piso de su amado Terencio, en Venezuela desde hace meses. Las hermanísimas no se opusieron e incluso han llegado al acuerdo de aclarar el asunto del supuesto intento de asesinato con lejía sin necesidad de recurrir a juicio. Desde entonces, cada día uno de nosotros se encarga de prepararles la comida y de estar un ratito con ellos. Bernardo, que pasa más de 12 horas en el taxi, está a ver si encuentra algún cliente que pueda darles trabajo. Lo que está claro es que la situación de esta familia nos ha unido por primera vez.

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