Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 10 de marzo de 2014

CUENTOS CHINOS
(agosto 2013)
Bernardo, el taxista, tenía razón cuando me advirtió de que las hermanísimas estaban tramando algo, pues eso de pasarse el mes de agosto calladitas y sin tener ninguna discusión en el edificio no era muy normal. Sobre todo, porque lo de su nueva “amistad” con el dueño de la tienda china donde ahora trabaja Carmela sonaba, cuanto menos, raro. Y, por fin el martes, se descubrió el pastel. Al regresar del supermercado, escuché gritos. Como provenían del piso de Terencio y que la Padilla le ha dejado a Juanpe y Chaxi hasta que encuentren un trabajo para poder mantener a su bebé, me asusté y subí corriendo las escaleras. Cuando llegué a la puerta, me encontré a Úrsula a punto tirarse al cuello de la Padilla, alentada por un jadeo desagradable de su hermana Brígida. Ajena a la discusión, Chaxi trataba de colgar un cartel en la puerta de su piso prestado que decía: “Cuentos chinos”. En medio del altercado, apareció Bernardo que logró poner un poco de orden con un silbido tan impactante que si lo escucha Casimiro Curbelo lo pone de sintonía de espera en el teléfono del Cabildo de La Gomera. Fue mágico y se hizo un silencio, así que pude preguntar qué pasaba. 

Nos enteramos de que el ir y venir de las hermanísimas a la tienda de Chen-Yu había sido para proponerle un negocio, aprovechando el piso vacío que había dejado el hermano de estas, Terencio. Sorprendentemente, Úrsula dejó hablar a la Padilla que nos contó que las “insidiosas” (como llama a las hermanísimas) habían convencido a Chen-Yu para que cada tarde de cinco a seis, diera unas charlas sobre la cultura china y así poder llevarse “un dinerillo”. La Padilla dijo que no se puede abrir un negocio en el edificio sin el consentimiento del propietario que -de momento es Terencio- y nos recordó que, a pesar de ser el hermano de Úrsula y Brígida, él se lo había dejado en herencia a ella que es su amada y que, por tanto, podría denunciarlas por allanamiento de morada. En ese momento, Úrsula se echó a reír y dijo que Chaxi, que ahora ocupaba ese piso por (y esto lo dijo con voz burlona) un gesto de caridad de la propia Padilla con el joven matrimonio y su bebé, lo había consentido, así que no entendía cuál era el problema. La Padilla miró a Chaxi desafiante y le preguntó cómo podía haberla traicionado a ella que le había sacado del frío de la calle. La joven se acercó a la cunita, cogió a su bebé y reconoció que le había dado un hogar pero que Úrsula y Brígida le habían dado algo más importante: trabajo. En ese momento, el señor Chen-Yu apareció con un libro y tres señoras del barrio dispuesto a dar su primera clase. “Vamos, señoras, tiempo corre y yo tengo tienda que atender”, dijo metiendo prisa. Debo confesar que desde el jueves asisto a sus charlas vespertinas.

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