Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 10 de marzo de 2014

SIN ARREGLO 
(marzo 2013)
Ante la amenaza de que si no lograba rescatar los papeles del tesorero que Padilla le iba a llevar a un amigo mafioso para que los falsificara iríamos todos a la cárcel, removí cielo y tierra para encontrarlos. Recorrí todos los antros de la ciudad y le pregunté a tipos que daban auténtico miedo si habían visto los dichosos papeles pero todos me negaron que nadie les hubiera dado nada acerca de una comunidad de vecinos. Mi última opción fue subir al piso de los Padilla y rogarle desesperadamente que, por favor, hablara con su yerno para que se los devolviera a Úrsula, que sigue siendo la presidenta porque, de lo contrario, acabaríamos entre rejas. “Además, el inspector Chinea ya está sospechando algo, tras la marcha del tesorero y el encierro depresivo de Úrsula”, le expliqué para presionarla, pero la mujer insistió en que él es así y cuando se le mete algo en la cabeza no hay quien le haga cambiar de opinión. Señor, ¿por qué tengo yo que estar metida en estos líos? No quiero comprar la vivienda pero tampoco quiero ser una prófuga. De hecho, he estado pensado en que si la situación no se arregla, me cambio de edificio y ya está.
Dos calles más abajo, están alquilando un piso y, por si acaso, he tomado nota del teléfono. Mientras tanto, aquí sigo metida en medio de un culebrón que va para largo. El jueves Úrsula envió a la sufrida Brígida para que me presionara porque no había podido cumplir la misión que me había encargado su hermana. “No es tan fácil”, le dije, suplicándole que me dejara tranquila y que le encargara el caso a otro vecino. Por suerte, ayer cuando entraba al edificio me tropecé con Tito Padilla que salía a tirar la basura y le rogué desaforadamente que me devolviera los papeles. Me dijo que eso era imposible porque se los había dejado ya a un tal “Cantimpalo” para que le hiciera unos arreglillos y que hasta dentro de un par de días no se los devolvería. Me recomendó que me tranquilizara porque pronto estaría todo en orden y nadie se daría cuenta de que la comunidad había sido un timo.

Cuando cerró la puerta de la calle me quedé temblando y más cuando el inspector Chinea salió del cuartito de contadores con un barraquito en la mano que, como todas las tardes, le había preparado el botones. Las piernas empezaron a temblarme y casi me caigo al suelo cuando me dijo que había escuchado la conversación con Padilla y que no le quedaba la menor duda de que estábamos ocultándole algo. “Tendré que llevarla conmigo para que me explique qué están tramando en este edificio”, me dijo. Como un acto desesperado de defensa y aferramiento a la vida, le grité que yo era inocente y que Úrsula era quien lo sabía todo. Chinea le pidió a Francisco José que le llevara al segundo derecha y allí se produjo la detención inmediata de la presidenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario