Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 10 de marzo de 2014

EL GOLPE 
(noviembre 2013)
Menos mal que el médico que atiende a Úrsula es privado. Le pedimos una consulta el martes y esa misma tarde nos atendió. En realidad fuimos a preguntarle si había alguna solución para que la presidenta accidental accidentada dejara de hablar alemán. “Es que no entendemos lo que dice y su hermana, aprovechándose del golpe que le hizo cambiar de idioma, ha tomado los mandos del edificio y esto va proa pal marisco”, le explicó Bernardo.
El doctor se mostró un poco receloso al principio pero Carmela le llevó a nuestro terreno y el hombre terminó entendiendo nuestra preocupación. Después de casi cuarenta minutos hablando, nos dijo -al tiempo que se quitaba la bata blanca como si eso le redimiera del pecado que estaba a punto de cometer- que lo único que se le ocurría para terminar con el problema era que Úrsula recibiera otro golpe en la cabeza. Bernardo, que tenía el día de parada obligatoria del taxi, se ofreció a organizar el golpe, en todos sus sentidos. Nos reunió a todos en su piso y diseñó un plan, según él perfecto, para que Úrsula recuperase el español cuanto antes y, por tanto, la presidencia de la comunidad. “No va a ser fácil, así que necesito de la ayuda de todos”, nos suplicó.
A Carmela le encargó la parte más complicada: entretener a Pepe, el policía científico que sigue por el edificio; a Juanpe, que vigilara el portal y a Chaxi, que controlara las escaleras una a una. A mí me pidió que estuviera a su lado porque si el plan salía mal y nos llamaban a declarar yo sería la que tendría que contar cómo ocurrió todo. “¿No te gusta tanto contar historias?”, me preguntó con un tonito raro. En ese momento fui consciente de que iba a ser cómplice de algo malo. No es que quisiéramos matarla. ¡Por favor, no! Pero estábamos organizado un pequeño accidente para que Úrsula se diera otro golpe. En nuestra defensa debo decir que el fin era su recuperación. Además, todo estaba bajo prescripción médica, aunque siempre tuve claro que si ocurría una desgracia, el médico nos dejaría solos.
Esa misma tarde, todo estaba preparado. Al ver que Úrsula abría la puerta de su piso para salir a su paseo diario, Chaxi dio la voz de alarma a través de la emisora de aviso de llanto de su bebé. Bernardo y yo aguardábamos agazapados a que el ascensor llegara al portal y, cuando la puerta se abrió, nos sorprendió que Úrsula no venía sola sino con la Padilla pero ya era demasiado tarde para volver atrás. Bernardo, con la pierna en alto, no pudo evitar que las dos mujeres cayeran al suelo y se golpearan con la caja de herramientas que él había colocado allí intencionadamente para la ocasión. El ruido fue espantoso.

La imagen, dantesca. Todavía hoy no sabemos si Úrsula ha recuperado el idioma porque, al caer, se rompió la mandíbula y no puede hablar, ni en español, ni en alemán, ni en chino. En cuanto a la Padilla… bueno, del golpe que se dio, perdió la tontería zen y vuelve a ser como antes: una fiera.

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