Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 10 de marzo de 2014

LOVE AND PEACE
(octubre 2013)
Nunca pensé que un milagro pudiera cambiar a la Padilla pero ha ocurrido y aun no me lo creo. Apenas dos semanas de ejercicios intensos en casa del gran maestro zen, Abelardo, le han servido para dar un giro radical a su vida. Es como si se hubiera borrado su mente, su corazón, su carácter, sus enfados, sus gritos. Todo. Tras regresar de su presunto secuestro todos temíamos que la situación fuera insostenible en el edificio y más cuando se enterara de que Úrsula le había arrebatado la presidencia. Todo lo contrario. Lejos de montar en cólera, la mujer reconoció que se alegraba de que la líder de las hermanísimas hubiera recuperado el cargo. Eso sí, ella seguirá siendo la propietaria.
No ocurrió lo mismo con Tito. El hijo de la Padilla cree que a su madre le han hecho un lavado de cerebro y le ha pedido a Pepe -que así se llama el policía científico que vive con nosotros desde el inicio del caso- que no se vaya todavía porque tiene la “certeza absoluta” de que el asesinato aun no se ha producido. Pepe llamó a comisaría y pidió que le dejasen unos días más de retén por lo que pudiera ocurrir.
De resto, la semana ha estado tranquila. Mejuto y sus vecinos regresaron definitivamente al edificio de enfrente. Se fueron todos salvo Juanpe, Chaxi y el bebé porque la Padilla les ha eximido de sus “pecados” y les ha dejado de nuevo el piso, además de permitirle a Juanpe que siga como botones de Mejuto. “Claro que sí. Hay que ganarse el pan y la cosa no está fácil ahí fuera”, les dijo la nueva Padilla. Aprovechándose de la situación, Carmela le pidió trabajo pero no limpiando las escaleras sino el ascensor, “que es más cómodo y no me canso tanto”, me dijo el otro día. Y así ha sido. Ahora, Carmela es la nueva señora de la limpieza del ascensor. Mucho no le ha gustado la decisión a Úrsula que, como presidenta, considera que la escalera es lo más importante de nuestro edificio. Pero como no quiere enfrentarse a la Padilla, por miedo a que pierda su buen talante zen y le quite el cargo, ordenó que cada vecino limpiara su trozo de escalera. Bernardo se negó en rotundo y debo confesar que su parte huele que apesta, después de una semana sin ver una fregona. Alertada por el tufo, Chaxi se ha ofrecido a limpiarle su trozo de escalera a cambio de ocho euros. El taxista ha aceptado pero por seis euros y yo solo espero que las hermanísimas no se enteren aunque aquí siempre se sabe todo.

El que no levanta cabeza es Tito. Insiste en que su madre está abducida y no duerme. Se pasa la noche en vela al lado de su cama vigilando que no haga una locura y no la deja que visite al maestro zen. Mientras, Pepe, el policía destinado a nuestro edificio mata las horas fumando en la azotea y hablando con Carmela.

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