Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

sábado, 6 de septiembre de 2014

QUE CORRA EL AIRE

El fallido secuestro perpetrado por Dolors no llegó al juez. A pesar de haber tenido que movilizar un helicóptero, el comisario jefe de la Policía se apiadó de la presidenta de la comunidad y la dejó en libertad sin cargos, aludiendo a una locura transitoria provocada por el intenso calor. 

Por si fuera poco, en el expediente cuya copia ha conseguido Carmela, a través de un compañero de Pepe, el comisario en cuestión escribió: “La mujer detenida no utilizó armas para impedir la salida del edificio a los vecinos que, en cualquier momento, pudieron haberla reducido, cosa que no hicieron, solicitando en cambio la ayuda del helicóptero y de agentes especializados, lo que generó un costo que ahora deberán abonar entre todos ellos”. 

Como siempre, al enterarse, la Padilla fue la primera en negarse a pagar.

- Lo que faltaba. Yo ya no tengo ni a mi hijo, ni a su hucha, así que no pienso dar ni un duro -se excusó. 

Brígida nos recomendó que no le dijéramos nada a Úrsula porque sería capaz de bajar a casa de la Dolors y hacer cualquier locura. Así que, de momento, Bernardo, el italiano, Brígida y yo somos los únicos que hemos puesto dinero para pagar el despliegue policial. 

Pero lo peor de todo ha sido que, con el incidente, la presidenta ha salido reforzada. El italiano -ahora nos hemos enterado de que es psicólogo- se ha interesado por su caso y le ha confesado a Bernardo, con quien sigue compartiendo piso, que si logra confirmar su hipótesis aportará nuevos datos que podrían catapultarlo a la fama en Calabria, así que se puso a estudiar y a escribir como un loco. 

- Yo creo, ya tu sabes, que esa locura de la signora, a causa del calore e muy interessante para la mía tesis, ya tu sabes -dijo en un español de andar por casa, que ha aprendido escuchando tararear a Carmela las canciones de Pitbull, mientras limpia las escaleras. 

Preocupada por el diagnóstico policial, Dolors decidió tomar medidas para evitar que el calor le volviera a afectar, aunque todos creemos que lo suyo no tiene nada que ver con la temperatura. El mismo día en que volvió de comisaría, envió a su hija a comprar 38 ventiladores que repartió por todo el edificio -portal, asensor, azotea y escaleras- para poder mantener así la refrigeración. 





- Si esta vez me dio por un secuestro, no respondo de lo que pueda llegar a hacer la próxima vez si empiezo a sudar por culpa del maldito calor -nos advirtió, cuando escuchó a la Padilla quejarse por el nuevo gasto que iba a suponer su brillante idea.

Pero más que el dinero -que al final pagaremos los mismos de siempre- el verdadero problema está en que los 38 ventiladores han generado una ventolera de tal magnitud en el edificio que yo creo que los informativos de la tele están pensando dedicar una sección especial para hablar de las secuelas del huracán 'Lola', como ya lo ha bautizado el del butano, que ha tenido que coger una baja después del golpetazo de aire que recibió cuando le fue a dejar el pedido a las hermanísimas. 

Aunque peor fue lo que le pasó al italiano que, tras pasarse toda la semana encerrado estudiando el caso de la locura transitoria causada por el calor y sus estragos en Dolors -todo ello según la hipótesis no documentada del comisario jefe- el viernes nos citó en el portal para enseñarnos las conclusiones de su estudio psicológico y, mientras bajaba por las escaleras, las 79 páginas de su tesis salieron volando más desesperadas que la multitud a la entrada de Primark el día de su apertura. 

- Il mio lavoro por los aires, ya tu sabes -gritó Salvatore, levantando las manos al aire mientras las hojas recorrían de abajo a arriba el edificio impulsadas por las aspas de los 38 ventiladores. 

Alertados por el llanto del pobre hombre, que veía cómo el techo del portal empezaba a parecerse a una de las pantallas de la torre de control del aeropuerto de Atlanta, acudimos en su ayuda y, cuando media hora más tarde, ya habíamos recuperado las hojas, Dolors empezó a reírse como se ríe la amiga de mi abuela cada vez que come empanadillas. 

- No sabía que los Jackson Five se habían vuelto a unir -dijo en tono sarcástico 






Bernardo que, en ese momento llegaba de trabajar, nos miró a la Padilla, a Úrsula, a Brígida, al italiano y a mi y, tratando de controlar la risa, hizo un gesto señalándose el pelo. Fue entonces cuando entendí lo que había pasado.

Malditos ventiladores. Llevo tres días tratando de que mi melena vuelva a su sitio pero no hay forma de bajarla

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