Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 15 de septiembre de 2014


(A partir de hoy, cada lunes, las historias del edificio también las podrás leer en el periódico EL DÍA, en la sección Criterios. Para los nuevos lectores que se incorporan, he preparado este pequeño resumen de quién es quién. Espero que les guste y sonrían. Ese es el objetivo) 


ESTOS SON MIS VECINOS

Este no es un edificio cualquiera. Los vecinos, tampoco. En este inmueble situado en la esquina de la calle no solo pasa la vida; también pasa lo inesperado y, a veces, incluso, lo imposible. Pero es mi edificio y le tengo un cariño especial, casi humano, y eso que, por ahora -todo se andará-, las paredes no hablan. Lo cierto es que, en muchas ocasiones, dudo de si lo que aquí ocurre es verdad y he llegado a pensar si, en realidad, es producto de mi imaginación. El edificio es antiguo, yo digo que más que nada es viejo. Le hace falta una manita de pintura y le sobra mano dura porque, desde que tenemos nueva presidenta de la comunidad, Dolors, una catalana que hace dos meses llegó con su marido, Bartomeu, no hacemos sino recibir circulares y órdenes absurdas que más parecen caprichos de la señora.

Lo primero que hizo nada más instalarse fue restringirle el uso del agua y aumentarle la dosis de lejía a Carmela (bueno al cubo). Carmela es la señora que limpia las escaleras cuando no está entretenida hablando en algún rellano o cuando no la echan por falta de dinero. La última vez que se quedó en paro estuvo trabajando en una tienda china y acabó cuidando a la madre anciana del dueño, una señora de más de cien años. Otra de las medidas ha sido la prohibición de encender la luz del portal a partir de las diez de la noche y, luego, quitar los buzones para colocar en su lugar a Neruda, un cartero que hace las veces de buzón de voz porque nos lee las cartas a cambio de 20 céntimos por letra a partir de los 140 caracteres.

Entre los vecinos también hay un taxista: Bernardo. Hasta hace un par de años, lo llamaban el Paul Newman del SP (Servicio Público), pero ahora que ha sacado barriga y le han salido pelos por todos lados prefiero no repetir cómo lo llaman. Actualmente, vive con un italiano de Calabria con el que intercambió piso en verano, pero Salvatore, que así se llama, se enamoró de la Isla y de sus mujeres y por aquí sigue aunque yo creo que en breve regresa a su país.

-El italiano dice que no entiende las circulares de la Dolors -me dijo Carmela mientras restregaba el pasamano de la escalera por primera vez en diez años.

-No creo que tenga que ver con el idioma -le respondí al tiempo que hacía equilibrio por no resbalarme. La lejía es de pésima calidad.

Las vecinas más antiguas y también las de más edad son Úrsula y Brígida, las hermanísimas. Úrsula es de hierro; a veces parece que aún la están fundiendo porque, además de difícil, no tengo del todo claro cómo es. Fue presidenta de la comunidad varios años, los más boyantes del edificio. Con ella el ascensor llegó a tener un sillón de terciopelo, música, un minibar y hasta un ascensorista con gorro, que terminó cogiendo una baja porque se lesionó el dedo índice y ya no podía pulsar los botones del ascensor, con lo que Úrsula lo echó por falta de tacto. Ella siempre está de mal humor y enfrentada a la Padilla, otra señora con carácter que vive en el quinto derecha con Tito, su hijo, que hace unas semanas se marchó de casa. Hay quien dice que La Padilla es la que verdaderamente manda aquí.

De Carmela ya les comenté que limpia las escaleras. Hace apenas medio año se casó con Pepe, un policía del que se enamoró cuando estuvo destinado al edificio para investigar un crimen que nunca se llegó a cometer.

En definitiva, estos son mis vecinos. A partir de la próxima semana, conocerán las historias más estrambóticas que nunca creerían que pudieran ocurrir en un edificio. En este, sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario