Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

domingo, 10 de agosto de 2014

NERUDA ERA EL CARTERO

“Si crees que algo va mal, piensa que puede ir peor”. Esa frase que me dijo la dueña de la zapatería de la rambla el día que tuvo que cerrar la tienda por falta de clientes se encendió en mi mente como un cartel de motel de carretera con luces de neón y me dejó sentada en la cama en medio de la madrugada. No era para menos. Esa misma mañana, un golpeteo incesante y desconocido nos alarmó a todos que, en pijama o sucedáneo, bajamos al portal de donde provenía el maldito ruido.

- ¿Pero qué hace? Ese es mi buzón- gritó la Padilla al ver cómo un señor que podía ser el hermano de Mr. Bean lo arrancaba de cuajo de la pared después de varios golpes con el martillo.

En ese momento, fue cuando me di cuenta de que el mío yacía en el suelo con mi nombre escrito en Times New Roman, junto al de Úrsula, en una exagerada Helvética 32. Me acerqué a recogerlo como si fuera un cachorrillo herido pero una voz gruesa entró por mi oído izquierdo, me atravesó el tímpano, pasó a la tráquea, saltó al pulmón derecho y, como un dardo, se me clavó en el corazón.

- ¡Deja eso donde está! 

Al volverme vi a Dolors, la presidenta con una mirada amenazante sobre mis ojos. Úrsula se encaró con ella y le pidió explicaciones. La única respuesta que obtuvo fue que había tomado la decisión -obviamente unilateral- de quitar los buzones y colocar un buzón de voz. “Hay que modernizarse”, nos dijo vestida con aquel traje de flores más cercano a Romina y Albano que a Lady Gaga. 

Así que desde el martes, la pared del portal luce blanca y reluciente y las cartas llegan a un buzón de voz que es un señor de unos sesenta y tantos que se llama don Pablo, aunque en el edificio ya lo hemos bautizado como Neruda. 




El italiano no ha tardado en hacerse amigo suyo; claro que a él poco le importa el cambio pues está de paso y no recibe cartas. Quien no ha superado el trauma del supuesto cambio hacia la modernidad es la Padilla que, cada dos jueves, suele recibir una carta de su prima Paloma, la de Valle Gran Rey, porque sospecha que su marido la espía cuando habla por teléfono y prefiere que no se entere de sus conversaciones.

- Deme la carta de mi prima- le pidió la Padilla a Neruda el pasado jueves.

- No puedo dársela, señora. Lo único que estoy autorizado a hacer es decirle lo que pone- le explicó el hombre- Soy un cartero en modo buzón de voz.

- Dios bendito ¿qué he hecho para que me castigues de este modo?- murmuró la Padilla, mientras subía hecha un basilisco escaleras arriba. 

Esa misma noche, la mujer bajó a hurtadillas al portal. Lo sé porque al pasar por mi piso se dio un golpetazo en el dedo gordo contra la pared y escupió  de todo por la boca. Me asomé a ver qué pasaba y, entonces, fue cuando la escuché pedirle a Neruda que le dijera qué decía la carta de su prima. El pobre hombre, que trabaja 24 horas, le respondió de buenas maneras y le dijo de forma literal lo que allí decía.

- "Hola Chencha (que debe ser el nombre de pila de la Padilla). Estoy preocupada con lo que te conté en la carta anterior porque no me esperaba algo así pero al final he logrado descubrir que"

- ¿Qué? ¿Qué ha descubierto? ¡Siga leyendo!- le ordenó desesperada.

- Lo siento señora pero no puedo leerle más. Solo tengo permitido leer 141 caracteres. Por cierto, uno más que tuiter. Es una deferencia de la señora Dolors. Si quiere que siga leyendo tiene que pagar 20 céntimos por cada letra de más. 

La Padilla no podía creerse lo que acababa de escuchar. Como la puerta giratoria de entrada a los hoteles, se dio media vuelta, subió las escaleras -cuidándose de golpearse otra vez el dedo gordo del pie- y cerró la puerta de su casa con tanta fuerza que el edificio se movió más que Di Caprio en la escena de la colisión del Titanic. El italiano se asustó y salió a tomar aire al balcón, pensando que los tres Gingerale, que se había largado en media hora, le estaban pasando factura. 


Al día siguiente, cuando salí a trabajar me encontré a la Padilla con la hucha de su hijo Tito, sacando monedas de 20 céntimos que le iba entregando a Neruda cada vez que éste le decía una letra de la carta de su prima. 

En fin. 

1 comentario:

  1. Jajajaja!!!! Nevada se debe estar forrando!!!!
    Que escrito más fresco y más ameno!!!
    Literatura costumbrista y cercana!!!!
    Felicidades Irma!!!!

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