Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

domingo, 17 de agosto de 2014

DE MILAGRO 

Si la Padilla llega a saber que su hijo se iba a enfadar tanto como para marcharse de casa por haberle cogido la hucha de la que sacó monedas suficientes con las que pagar a Neruda y enterarse de que el misterio de su prima era una tontería de patio de vecinas, se lo hubiera pensado dos veces. Ahora el cerdito está escuálido, con la oreja izquierda rota y sin un céntimo en el estómago y, encima, su Tito, se ha largado sin decirle a dónde, ni un triste adiós. 

Aunque intenta hacerse la fuerte, Carmela que es quien mejor la conoce -después de más de tres años discutiendo sobre la calidad de la lejía- asegura que se pasa el día llorando y por eso se le ocurrió que para animarla le vendría bien ir a Candelaria. 

En realidad, la idea de la peregrinación fue de Úrsula que confesó que tenía una promesa desde hace veinte años y, por fin, quería cumplirla. Brígida le advirtió de que es un camino duro y largo y que ella ya no está para esos trotes pero la mujer hizo oídos sordos y el lunes subió a Decathlon y se compró un bastón de senderismo, unos tenis y una mochila que ya le gustaría a Jesús Calleja para la próxima temporada de 'Desafío Extremo'. 





El jueves, las tres peregrinas quedaron en el portal del edificio para subir a Llano del Moro y comenzar desde allí la ruta hacia Candelaria. Brígida, angustiada, pensando que sería la última vez que vería a su hermana, bajó para intentar detenerla pero Úrsula, con un chandal a lo Rose Nyland en el capítulo trescientos y pico de Las Chicas de Oro, le dijo que no se preocupara que estaba en forma. "Sí, en forma de si-me-caigo-ruedo", pensé al escucharla.

La siguiente en aparecer fue la Padilla. Llegó con su batilongo de flores -hortensias, gardenias y girasoles en 3D- y con las botas de trekking de su hijo, con lo que más parecía la madre del gato con botas en la fiesta de bienvenida a la primavera que una peregrina. Carmela, como siempre, llegó la última y, también como siempre, con sorpresa incorporada.

- Lo siento. No puedo dejarla sola- dijo mientras cruzaba la puerta del portal y la cabecita de Lili Wei asomaba tras ella con una sonrisa enorme.

- ¿No pretenderás que venga con nosotras?- le apuntó Úrsula, señalando a la anciana china con el bastón de caminata. 

Después de una breve pero intensa discusión, Neruda -nuestro nuevo buzón de voz- le dejó su gorra a Lili Wei. Definitivamente, al final, ella también iba. Con aires de ganadora, Carmela dijo que había cosas peores que aguantar a una anciana de cien años china durante una peregrinación. Úrsula y la Padilla se miraron pero no dijeron nada. Cuando las peregrinas estaban a punto de salir, Brígida pegó un grito por las escaleras y le pidió a su hermana que esperase un segundo.

- Tengo algo para ti- le dijo mientras rebuscaba en el bolsillo.

- Querida, tengo de todo: almendras para el hambre, agua para la sed, azúcar por si me da un bajón, alcohol para las heridas, ciruelas pasas para el estreñimiento, repelente de mosquitos...- le contestó Úrsula, señalando a la mochila, que si la coge MacGyver crea el Iphone20.

- Pero, por favor, ¿tú a dónde te crees que vamos?- preguntó Carmela mientras colocaba en rampa de salida el andador a Lili Wei. 

Brígida no dejó contestar a su hermana. Le cogió la mano y le entregó un walkie-talkie para que pudieran estar conectadas durante toda la peregrinación. Al mediodía, por fin, las cuatro mujeres salieron hacia Candelaria.

El primer contacto se produjo a las nueve de la noche. 

- Brrr-brrr-brrr Hola, Brígidda ¿Me o-brr-yes? Cambio.

- Sí, te oigo. Menos mal. Estaba preocupada. ¿Dónde están? ¿Va todo bien? ¿Han comido? ¿Te queda agua? ¿Alguna está herida? ¿Cómo llevas la respiración?

- Por dios, brrr-brrr, que no estamos en el Kilimanjaro. Todo va bien. Ahora vamos a descansar pero no mucho porque si no perderemos de vista a Lili Wei. Brrr-Brrr Volveremos a contactar ya de madrugada. Cambio y corto.

A las cuatro de la mañana del viernes, alguien tocó en el portal con tanta desesperación que todos bajamos corriendo, temiendo lo peor. El italiano fue el primero en llegar pero no se atrevió a abrir la puerta cuando vio aparecer a Dolors en pijama. Reconozco que la mujer así y con el pelo rebujado por la almohada da más miedo que en su estado natural.

- ¿Pero qué es esto?- gritó la presidenta de la comunidad al ver a la Padilla, a Carmela y a Úrsula extenuadas.

- No podemos más- dijo Carmela- Hemos cogido un taxi para volver a casa. Nunca pensé que Candelaria estuviera tan lejos.

- ¿Y Lili Wei?- pregunté al no verla.

- Supongo que a esta hora debe estar por El Rosario- contestó la Padilla, tirándose al suelo para quitarse las malditas botas de su hijo. 

Más tarde, con un chocolate caliente que les preparó Brígida, las tres mujeres contaron que Lili Wei se había negado a regresar con ellas y que solo pudieron desearle buena suerte y dejarle el walkie por si necesitaba ayuda. 

A la mañana siguiente, sobre las doce menos cuarto, el walkie-talkie de Brígida empezó a sonar.

- Brrr-brrr-brrr... Monenita, monenita


Por el amor de dios, esa es Lili Wei, gritó Carmela, arrancándole de las manos el aparato a Brígida que se había quedado mirándolo como si fuera un pajarito herido. 

- Lili, ¿cómo está? ¿Necesita un médico? No se mueva que vamos para allá a recogerla. No se mueva- le gritó Carmela.

En ese momento, Úrsula que estaba viendo la televisión canaria, nos hizo una señal a todos porque, de la impresión, se había quedado sin voz. Fue entonces cuando vimos a Lili Wei entrando en la basílica como si nada. Le dejó el walkie y el andador a un monaguillo que estaba en la entrada de la iglesia y se fue a ver a la Morenita. 


Carmela ha decidido que el lunes empieza de nuevo a limpiar las escaleras. "Ella ya no me necesita", dijo. 

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