Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

domingo, 13 de julio de 2014

LA PALABRA MALDITA

El regreso de Carmela al edificio no ha hecho sino generar problemas. Tras la ausencia de Dolors por unos días, la Padilla -convertida en presidenta accidental- decidió reincorporarla como señora de la limpieza de la escalera y desde ese día todo ha ido a peor, que ya es difícil. Y es que Carmela no ha venido sola ya que, antes de su boda, se comprometió con Chen Yu a cuidar a su madre Lili Wei, mientras él está a cargo de su tienda ‘Todo a un euro más o menos’. Así que, para no dejarle en la estacada, optó por compaginar los dos trabajos. Craso error. 

El primer día, Carmela dejó a la señora sentada en el portal, al lado de los contadores, en una silla que le prestó Brígida sin el permiso de su hermana Úrsula, que cuando se entere la echa de casa porque es una de las cinco sillas de madera de roble que les dejó en herencia su tía Reme, la de Guía de Isora. El problema surgió el martes cuando Bernardo, al terminar su jornada laboral, entró en el portal y la mujer se le tiró encima al grito de ¡zhàngfū! 

- Pero, señora... Por favor, contrólese- le dijo el taxista acorralado entre la centenaria y la puerta del ascensor.

Lili Wei empezó a llorar emocionada y a besuquearle por todas partes, como si fuera el dios de la vida eterna, mientras Bernardo insistía en que lo dejara en paz y trataba de quitársela de encima sin hacerle daño, pues era consciente de su avanzada edad.

Carmela, que venía bajando con la fregona al ritmo del “Ole Ole Ole” de Kiko Rivera DJ, no pudo evitar arrearle tremendo taponazo al ver a Bernardo forcejeando con la pobre anciana y se imaginó que intentaba algo innoble con ella.




Bernardo intentó explicarle que la señora china era la que se había abalanzado sobre él pero Carmela no atendía a razones y siguió fregando a escobazos al pobre taxista que ya empezaba a oler a baño de centro comercial en hora punta. Por fortuna, la situación se calmó y Lili Wei regresó a su sillita como si nada hubiera pasado. Entonces, Bernardo le contó que fue ella la que se había tirado a besuquearlo.

- ¡Quita de ahí, perro! ¿No ves que es una señora de casi cien años? Desde luego, nunca lo hubiera imaginado de ti. ¡Apárta o te arreo en toda la boca!- Le gritó mientras le embadurnaba la cabeza con la fregona empapada en lejía.

- Yo solo abrí la puerta, saludé y la china se me tiró encima al grito de kunfú o zenfui, yó qué sé. Está loca- dijo mientras varios goterones de agua sucia le resbalaban por la nariz. 

Sin decir nada más, subió las escaleras y se marchó a su casa resoplando. 


Al día siguiente, cuando Bernardo regresó de nuevo de trabajar, la señora volvió a reaccionar de la misma manera pero esta vez el taxista pudo zafarse de ella y salir ileso. Carmela, que se había escondido en el cuartito de los contadores, descubrió entonces que era verdad lo que le había contado y se acercó a reprender a la mujer.

- Eso no se hace. Muy mal. Muy mal.

La anciana estaba agitada y no paraba de llorar y de repetir la palabra mágica: zhàngfū zhàngfū zhàngfū.


Carmela, asustada, llamó a Pepe, su marido, y le pidió por favor que averiguase qué significaba esa palabra. 

- Carmela, por dios, estoy deteniendo a un tipo que ha intentado robar en el banco. Ahora no puedo- y le colgó.

- Desde luego, qué pronto empiezas. Cómo se ve que ya no te importo. Solo un mes y diez días de casados y ya no me haces caso- le dijo al tono "se-ha-cortado-la-llamada" del teléfono, pues Pepe ya no estaba al otro lado sino poniéndole las esposas al atracador.

Presa de los nervios, Carmela se acercó a Lili Wei y le pidió que le dijera ya de una vez qué significaba aquella palabra con la que había acosado a Bernardo pero la señora, que no sabe nada de castellano, se empezó a reír y, creyendo que los gritos de Carmela eran el estribillo de alguna canción, se levantó y se puso a bailar con tan mala suerte que pisó la fregona y se resbaló con la lejía. Quedó inmóvil en el suelo. 

Por suerte, todo se quedó en un susto y desde el hospital nos confirmaron que estaba a salvo pero que tendría que guardar reposo por unas semanas. Carmela lleva dos días metida en casa de Chen Yu cuidando a la madre que, ahora, ni camina, ni habla y, mucho menos, canta y baila. Por el momento, Carmela se ha quedado sin limpiar las escaleras del edificio y con las ganas de averiguar qué significa esa maldita palabra que, por ahora, no se atreve a preguntarle a Chen Yu no vaya a perder también su trabajo como cuidadora si se entera que esa fue la causa de su accidente. 





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