Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

domingo, 6 de julio de 2014

VOLVER A EMPEZAR

Por fin el martes, Bartomeu recibió el alta. El tremendo leñazo le ha dejado una cicatriz de dos centímetros y medio en la frente y una pequeña confusión de sentimientos que se le disparan cuando se enfrenta a situaciones que no controla: se ríe cuando quiere llorar y viceversa. El médico le explicó que suele ocurrir con determinados golpes y que la solución pasa por la terapia conocida como "volver a empezar". Le preguntó si quería que le pusiera en contacto con un especialista experto en estos temas pero, aunque Bartomeu quería decirle que sí, le dijo que no y, entonces, el médico le firmó el alta y se marchó. El martes regresó al edificio. Llegó en taxi porque, a esa hora, Dolors no podía ir a buscarle. 

- Es que justo ahora la Padilla va a poner la lavadora y tengo que vigilar si pone el programa corto o largo. En este edificio se está desperdiciando mucha agua- se excusó su mujer.

Cuando Bartomeu llegó, apenas se mantenía en pie. El taxista le había amenizado el viaje con un tema de Enrique Iglesias “featuring” Pitbull y la cabeza le daba más vueltas que las que dio el balón que, por cinco veces, entró en la portería de España en el partido frente a Holanda en el mundial de Brasil. 

Por si esto fuera poco, tuvo que subir por las escaleras ya que, en el ascensor, un cartelito decía: “Cerrado por vacaciones”. Se trataba, obviamente, de otra decisión-manía de su mujer, la propietaria y presidenta de la comunidad. 




Al llegar a su piso, extenuado por el esfuerzo, casi se cae sobre dos maletas que había por fuera de la puerta y temió que Dolors se hubiera enterado de su acercamiento a Brígida. La cicatriz empezó a latirle y le entraron ganas de reírse. Asustado, subió a casa de las hermanísimas y le contó a su enamorada que Dolors le había echado de casa. Úrsula, que no sabía de lo que estaba hablando, le dijo que por favor se dejara de vacilones y más a la hora de la comida pero Brígida aprovechó para confesarle la verdad a su hermana. En ese momento, Dolors llamó a voces por la escalera a su marido, al que había escuchado en casa de las vecinas.

- Bartomeu, ¡haz el favor de bajar inmediatamente a casa!- le gritó.

El hombre, aun mareado y con la risa metida en el cuerpo, bajó tambaleándose con la intención de coger sus cosas y marcharse de casa pero su mujer no le dio opción.

- ¿Pero, cómo se te ocurre mezclarte con esa gentuza? Y más cuando todavía estás convaleciente. Anda, coge las maletas que nos vamos unos días a Cadaqués en busca de tranquilidad y lejos de esta jauría de locos- le dijo mientras pasaba la llave a la puerta. 

Aquellas palabras, pusieron más nervioso a Bartomeu que empezó a reírse otra vez sin poder parar. Brígida estaba escuchando todo a través de la escalera y no daba crédito a las palabras de Dolors. "¡Se lo lleva!", se dijo aterrada y temiendo perder a su amado. Agobiada por la situación, bajó corriendo hasta el portal, abrió la puerta pero, en ese instante, el taxi con el matrimonio catalán en su interior arrancaba camino del aeropuerto. Solo pudo ver la calva de Bartomeu que se movía de arriba a abajo, originado -seguramente- por el ataque de risa. 

Desde entonces, y eso fue el martes, en el edificio no tenemos presidenta. Tampoco ascensor, ni luz cada noche a partir de las diez. 

La Padilla ha decidido tomar las riendas de la situación y desde ese día se ha autoproclamado presidenta accidental. Para empezar le ha pedido a su hijo Tito que reabra el ascensor pero, por ahora, no va a ser posible su uso porque al quitarle el candado y abrir la puerta se encontró con un señor tirado dentro. Era el del butano. Se había pasado cinco días encerrado con la bombona de gas. Úrsula, que no tiene mano izquierda ni misericordia, no se le ocurrió otra cosa que echarle la bronca.

- ¡Ah!, con que mi bombona estaba ahí. Y yo, sin poder ducharme con agua caliente ni cocinar. Estos repartidores... siempre escaqueándose- dijo con tono despectivo mientras se llevaban al señor en una ambulancia. 

Debo confesar que me preocupa, y mucho, la situación porque no sé qué va a pasar cuando regrese Dolors. Mientras tanto, la Padilla se ha tomado su "accidentalidad" bastante en serio y ha decidido renovarle el contrato a Carmela para que vuelva a limpiar la escalera del edificio. 

El jueves empezó y, como no quiere decirle a Chen Yu que ya no podrá cuidar más a su madre, se la trajo al edificio. Mientras pasaba la fregona, la pobre señora esperaba sentada en una sillita al lado de los contadores, cantando una nana china y tocando las palmas. 
Me da que esto va a terminar mal. Es solo un presentimiento. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario