Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

miércoles, 4 de noviembre de 2020

NOCHE ELECTORAL

Que Carmela descubriera el dispositivo que preparaba doña Monsi de cara a las elecciones de Estados Unidos no fue fruto del trabajo, ni del esfuerzo. Ni siquiera, de la casualidad. Fue fruto de su obsesión por pegar la oreja a la puerta de la presidenta cada vez que pasa con la fregona por el rellano de su piso. Lo primero que hizo al escuchar aquella revelación fue contárselo a María Victoria para asegurarse de que la noticia llegaría a todos los vecinos. En 16 minutos y cuatro segundos, el edificio entero ya conocía los planes de doña Monsi para la noche del primer martes después del primer lunes de noviembre. 



 - ¿Un set de televisión?- preguntó Brígida cuando su hermana le contó que la presidenta iba a instalar uno en la azotea- ¿Y para qué?
 
- Dice que una televisión local de Wisconsin va a conectar con ella esta noche para que valore los primeros resultados de las elecciones.
 
- ¿Y ella qué sabe de eso? 
 
- Al parecer, tiene una prima segunda allí que está casada con el hermano de la primera esposa después de la primera novia de un tipo que se presenta a senador por ese estado- explicó Carmela tocándose consecutivamente los dedos de una mano con el índice de la otra al relatar la historia. 
 
Supimos que el chisme de Carmela no era fake news cuando vimos a Yeison, que todavía anda medio torcido tras la contractura, metiendo dos focos en el ascensor y dándole 20 dólares a Eisi para que los llevara a la azotea. 
 
- ¿Piensas que soy tonto? 
 
Yeison le rogó que no se preocupara, que ya lo arreglaría con la presidenta para que el pago fuera en euros pero que, por favor, le hiciera el traslado del material porque, antes de la medianoche, doña Monsi tenía prevista la primera conexión en directo con el programa líder de audiencia Wisconsin Save Me
 
- ¿Necesita público?- preguntó María Victoria que no veía el momento para estrenar su nueva mascarilla a juego con los leggins de piel de leopardo del Amazonas. 
 
- Sí, pero solo tres personas- gritó por el hueco de la escalera desde su rellano doña Monsi. 
 
El disgusto que se llevó María Victoria cuando se enteró de que ella no estaría entre las elegidas fue tal que le pidió a Yeison que fuera a comprarle dos botes de helado de chocolate pero él le dijo que estaba a tope con la preparación y que no podía perder ni un segundo, así que la mujer sacó el caldero de las papas con carne y se lo comió a cucharadas escuchando el eterno I will always love you.
 
 
A cinco minutos para la doce de la noche, las seis de la tarde en Wisconsin, Yeison no daba abasto con el montaje del dispositivo para la conexión en directo. 
 
- A ver, diga algo para probar el micrófono- le pidió a doña Monsi.

- Como esto no funcione vas a saber lo que es una contractura pero de verdad- dijo la presidenta y él dio por válido el sonido. 
 
Muy a su pesar, Yeison tuvo que subcontratar a Eisi de estraperlo para que le echara una mano con el directo. Le pidió que se encargara del público y de las banderitas. Al final los elegidos fueron Bernardo, su esposa Xiu Mei y Brígida. Un par de pisos más abajo, María Victoria seguía llorando a moco tendido y había tenido que descongelar unos tollos en salsa para poder superar el disgusto que le estaba llevando a consumir la comida que había preparado para toda la semana. 
 
A las doce en punto, la sintonía de Wisconsin Save Me invadió toda la azotea. La conexión era inminente y Eisi dio la orden al público para que agitara las banderitas.
 
- ¿Pero qué banderas son esas?- rumió doña Monsi y Yeison, al otro lado del pinganillo, le contestó que eran las que había conseguido Xiu Mei en la tienda de su padre. 

- Ay mi madre, como esto lo vea el Trump, se arma la de dios- comentó Úrsula desde una esquina de la azotea viendo cómo un público entregado agitaba seis banderitas rojas con estrellas amarillas como si la vida les fuera en ello.
 


Antes de que la cosa no tuviera solución, Yeison pinchó la cámara que enfocaba a una descompuesta doña Monsi. 
 
- Tres, dos, uno. ¡Dentro!- gritó Yeison.

- Good evening, Tenerife- dijo el presentador John George, un tipo bajito, con gafas y con una corbata de color melocotón en almíbar.
 
Doña Monsi saludó con la mano y dejó salir una leve sonrisa.
 
- Miss Monsi, how are you doing tonight?
 
Mientras hacía esfuerzos por mantener la sonrisa, la presidenta miró a Yeison y, entre dientes, le dijo que no entendía nada, que le fuera traduciendo.
 
- Le está preguntando cómo está.

- Ah, muy bien. Gracias. Aquí pendiente de las elecciones tan maravillosas que hacen ustedes en ese país, que es tan grande y donde vive mi prima María Luisa que se casó con Paul, no el Newman que ya quisiera ella sino con un profesor de matemáticas al que conoció en un viaje que hizo a Wisconsin hace más años que Matusalén que ya una no sabe ni que edad tiene.
 
Yeison tragó saliva y le susurró a doña Monsi que él era incapaz de traducir todo eso. 
 
Viendo que la cosa se ponía tensa, Eisi le echó un capote a su vecino. Pinchó la cámara del público y les dio la orden de que agitaran de nuevo las banderas. Xiu Mei se emocionó tanto que incluso se levantó para aplaudir y su imagen ocupó toda la pantalla. 

Desde Wisconsin Save Me, el presentador George John con cara de pocos amigos hizo un gesto para que cortaran la conexión. La imagen se fue a negro. 
 
El silencio que siguió solo duró medio segundo, el que necesitó doña Monsi para coger aire y empezar a gritar desaforada. 
 
- ¡Hemos hecho el ridículo por tu culpa! ¿Tanto que hablas inglés y no eres capaz de traducir una simple frase? ¡Incompetente!
 
La presidenta se arrancó el micrófono de la solapa y se marchó escaleras abajo como alma que lleva el diablo. 
 
El teléfono de Xiu Mei empezó a pitar. No paraban de entrarle mensajes de unos primos lejanos que vivían al sur de Wisconsin y que la habían visto por la tele minutos antes. Sin duda, para ella la noche electoral se había convertido en la más feliz desde hacía mucho tiempo.
 
- Vamos, cariño que es tarde- le insistió su marido Bernardo mientras su mujer no paraba de teclear letras en chino. 
 
Ya de madrugada y después de pasar por el 24 horas de la esquina, Y
eison tocó en la puerta de María Victoria.  
 
- Aquí tienes.
 
Ella le invitó a pasar y, entre lágrimas, comieron helado con lentejas compuestas mientras en el viejo tocadisco sonaba My heart will go on. 


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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