Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 6 de octubre de 2014

DIÁLOGO DE BESUGOS

A veces pienso que estas historias terminarán publicadas en la sección de sucesos del periódico. Si algún día ocurre, espero poder leerlas porque, al menos, eso significará que sigo con vida. Quien ha cambiado la suya (la vida me refiero) es el italiano que, después de mucho pensarlo, ha tomado la decisión de quedarse definitivamente en la isla, alquilar el primero izquierda y, también, el local que da a la entrada del garaje, donde ya ha montado la pescadería. Obviamente, tuvo que pedir nueva mercancía porque la que había guardado en el cuartito de contadores quedó convertida en una zarzuela de pescado aunque, a juzgar por el olorcillo y la cara de susto que se le quedó a las gambas, aquello más bien parecía una tragicomedia.

Por fortuna, aquel momento ya pasó y el edificio vuelve a oler a lo de siempre: a los puros de Bernardo, a la lejía de Carmela, a los potajes de Brígida y al Heno de Pravia, edición caducada, de la Padilla.

La apertura de la pescadería coincidió con la marcha apresurada de Dolors a Barcelona, nada más conocer que el Constitucional suspendía la consulta catalana. Carmela se enteró de que es ex funcionaria de la Generalitat y alguien la ha llamado a filas. Antes de irse nos convocó a todos en el portal y anunció que su suegra -recién llegada- se quedaría a cargo de la presidencia de la comunidad hasta que ella regresara.

-No tenga prisa en volver. Usted arregle todo lo que tenga que arreglar y Mas, valga la redundancia- dijo Carmela con cara de "que-bien-me-ha-salido-el-juego-de-palabras".

-A esta la lejía le está afectando ¿no?- me dijo Úrsula en tono despectivo.

El miércoles, a las seis de la mañana, tuvimos el primer susto de la semana. La alarma del ascensor nos despertó a todos, que salimos escopetados a la escalera con unas pintas que si nos ve el productor ejecutivo de "The Walking Dead" nos ficha para la nueva temporada sin hacer casting ni nada. Allí, hundiendo el dedo en el botón rojo del ascensor encontramos a Carmela.

-¡No tenemos presidenta!- gritó ahogada- La suegra de la Dolors ha dejado este papel pegado en el portal.

Úrsula, a la que por el estado de su pelo le darían, sin discusión alguna, el papel protagonista de la serie, se lo arrancó de las manos y leyó en voz alta y con mal aliento: "Queridos vecinos, acabo de conoceros y os he cogido cariño pero no puedo hacerme cargo de la presidencia el tiempo que mi nuera esté fuera, así que me marcho unos días a la Isla Bonita, que le decís por aquí. Durante mi ausencia, dejo mi cargo en manos del italiano, al que le tengo cariño porque me ha hecho recordar mis años de pescadera. Vuestra siempre, Montserrat".

-¿Ha dicho al italiano? -preguntó la Padilla, echándole una mirada fulminante-. Por encima de mi cadáver. Vamos, hombre. El italiano ni siquiera sabe hablar bien nuestro idioma. Propongo que yo sea la presidenta.

Pensando que era peor el remedio que la enfermedad, todos nos negamos en rotundo y la discusión se acabó. Así que desde el jueves, el italiano es el nuevo presidente de la comunidad y el pescadero oficial del barrio. Muy bien no ha empezado porque, aunque todavía no domina bien el castellano, Carmela le entendió perfectamente lo que le respondió a una clienta que le preguntó cómo compaginaba el edificio con la pescadería: "E facile. En due sitio, io trato con besugos".



El comentario corrió como la pólvora por el edificio y, por primera vez, todos nos pusimos de acuerdo en algo: no comer pescado hasta que nos pida disculpas. Quien peor lo lleva es Brígida, que es adicta al omega-3. El otro día la vi comiendo gambas a la gabardina en el bar de la Weyler. Pobrecilla, pensaba que no la íbamos a descubrir si le ponía ropa al pescado. Yo no pienso decir ni mú.

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