Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

domingo, 15 de junio de 2014

QUÉ 'CABLEO' MÁS GRANDE




El fútbol ha vuelto a crear enfrentamiento en el edificio. Pero no porque unos vayamos con España y otros no, sino porque Dolors, la presidenta de la comunidad, se ha negado a que durante el Mundial de Brasil veamos la tele porque dice que gastamos -lo que considera “demasiada electricidad”. Por ello decidió -por unanimidad unilateral- desconectar el cable de la antena colectiva, con lo que se montó un pitoste increíble, solo comparable a la escena del camarote de los hermanos Marx, en versión japonesa.

Nada más enterarse de la flamante idea, y eso fue el martes por la tarde, la Padilla que es la más futbolera del edificio se presentó en el piso de la presidenta y le amenazó con cortarle las manos si se atrevía a tocar la antena. 

- Ya está bien de tanta tontería. Si quiere ahorrar, dígale a su hija que deje de usar el secador todas las mañanas para peinarse el pelucón ese a lo Jackson Five que tiene. Eso sí que gasta, señora, y para lo que le sirve... Menuda cosa más estofada tiene la criatura- le espetó la Padilla, metiéndose ya en un aspecto más personal.

- Pero ¿cómo se atreve usted a hablar así de mi Neus? ¡Desgraciada! Cortaré ese cable aunque sea con los dientes. ¡Bartomeu! Ven aquí inmediatamente. Esta señora me están amenazando- gritó Dolors a su marido, que le ha confesado a Bernardo, el taxista, que ya no soporta más a su mujer. Lo que no le ha dicho todavía es que se ha enamorado de Brígida. 

Aquella misma tarde se armó el lío porque la mayoría de los vecinos nos pusimos de parte de la Padilla y en contra de que nos arrebatasen la tele de esa forma tan dictatorial. Las hermanísimas fueron las únicas que se mostraron a favor de la idea ya que, sobre todo Úrsula, odia el fútbol; así que, sin que sirviera de precedente, tomaron la decisión de apoyar a la catalana. "Chaqueteras", les dijo Carmela cuando se las encontró en el ascensor. 

El jueves una hora antes de la inauguración del Mundial, dos señores con pinta de matones subieron a la azotea para realizar la operación “corte”. Lo que no se esperaban es que en la puerta estuviera haciendo guardia el hijo de la Padilla que, al puro estilo gorila de discoteca, les frenó el paso: "No me gustan los tenis que llevan", les dijo pero ni caso. Cuando vio que la cosa ya se empezaba a poner fea, dio la voz de alarma: “Gol, gol, gol, gol” y todos subimos como los 300 espartanos para impedir el atentado. 

Los dos tipos dijeron que ellos solo cumplían órdenes de la presidenta y que tenían que cortar el cable de la antena. Carmela, que desde que se casó, se ha vuelto más combativa se interpuso entre los señores y la antena y dijo que pasarían por encima de su cadáver. 

- Señora, no sea tonta y quítese de ahí- le dijo el mayor de ellos mientras le daba un codazo en la boca del estómago. 

Carmela cayó al suelo enroscada como una oruga y empezó a gritar desaforadamente. Entonces, la Padilla se abalanzó sobre uno de los hombres y lo neutralizó, mientras el otro logró escapar y correr hacia la maldita antena. Bernardo hizo el salto del tigre, aunque más parecía el de la gacela, y logró alcanzarlo justo a tiempo, evitando que cortara el cable. Úrsula, que estaba en el bando de Dolors, corrió, tijera en mano, temiendo que al final nos saliésemos con la nuestra y, justo cuando estaba a punto de alcanzar el cable, la Padilla la paró en seco.

- ¿A dónde vas Llongueras? - le dijo sacando de tal forma los pechos que ni Afrodita en el capítulo 245 de Mazinger Z.  

La última en llegar fue la propia Dolors que no daba crédito a lo que estaba pasando allí. Los dos hombres a los que había contratado para cercenar el cable estaban debajo de Bernardo, la Padilla, Úrsula y Carmela y la antena permanecía en lo alto, intacta y firme.

Heridos por fuera y en lo más interno de su orgullo, los dos 'cablones', como terminó bautizándolos Carmela, se marcharon diciéndole a Dolors que ya le pasarían la factura que, por supuesto, incluiría un extra por el maltrato recibido. 


Pero lo peor ocurrió el viernes. Después de la derrota  de España contra Holanda, fue la mismísima Padilla quien, aprovechando la oscuridad de la noche, subió a la azotea y arrancó de cuajo la antena. 

Desde entonces, Juan Antonio, el del bar de la esquina, está haciendo caja con el edificio.



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