Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

sábado, 19 de abril de 2014

DESOLACIÓN

La desaparición de Chicho o del duque de Abona, dependiendo de quién hable de él, ha causado consternación y desolación en el edificio. La Padilla lleva toda la semana asustada. Sigue creyendo que es un fantasma y teme que se le aparezca en cualquier momento. Por si acaso, ha puesto a su hijo a vigilar la puerta de entrada a su piso, después de haber sellado todas las ventanas y rejillas interiores, incluida la de la salida del gas. 

- Pero mamá, los espíritus se aparecen, no entran por las puertas- trató de tranquilizarla Tito, que había pensado irse al Médano por Semana Santa con Alexis y Ramón, dos amigos de la placita. Pero, a la vista de los hechos, tuvo que cambiar los planes.  

- ¡Me da igual! Si se aparecen, entran o tocan el timbre. Yo no me quedo aquí sola- le gritó, envuelta en la bata de algodón color mostaza que yo creo que bastaría para espantar al espíritu más atrevido.

Mientras tanto, Dolors está desquiciada de los nervios porque Chicho no ha vuelto y ella confiaba -tal y como le dijo el día que salió tan campante por la puerta- en que solo iba a las procesiones de principio de semana. Pero ya estamos a domingo y ni rastro del duque. Bartomeu, que adora a su mujer, está preocupado porque, si el duque no regresa, Dolors caerá enferma. “Le ha cogido mucho cariño al fantasma”, le confesó el hombre a Carmela, la otra noche cuando revisaba los contadores de la luz. De hecho, el Jueves Santo, la Primera Dama colgó una circular en el ascensor que dice: “De 6,00 a 22,00 horas todos los vecinos de este edificio tienen la obligación de realizar la búsqueda del duque de Abona. Se recompensará a quien lo encuentre y se multará a quien no colabore”. 

Las primeras en poner el grito en el cielo y el más allá han sido las hermanísimas.

- Yo lo único que puedo hacer y haré- dijo Úrsula- es llamar a ese estúpido al móvil a ver si responde. Maldito traidor.

De resto, los que sabemos que Chicho no es un fantasma (al menos hasta el día en que entró en casa de los propietarios) no tenemos muy claro qué hacer, ni qué pensar. El hombre se ha esfumado sin dejar rastro. Según Bernardo debió marcharse tranquilamente por la puerta del edificio pero eso es imposible porque Dolors ha instalado un sistema de “seguridad” y no podemos salir sin tocar un timbre que su hija Neus controla desde la cocina.

Brígida que es la más religiosa dice que no hay que preocuparse, que seguro que Chicho aparece hoy que es domingo de resurrección. No nos queda otra que esperar, creer y tener fe.  A mi me da igual si es un fantasma de verdad, si no vuelve o si se aparece. Lo que realmente quiero es que esto vuelva a la normalidad. Al menos, a la de antes, que era algo más normal. Yo me entiendo. 

Y como la vida sigue al margen de las desapariciones fantasmales, Carmela y Pepe están organizando su boda. Si no ocurre nada -aquí todo es posible- se darán el “sí quiero” el 30 de mayo, día de Canarias, que es fiesta y cae en viernes. Pepe ya ha hablado con el comisario jefe que le dará unos días libres, aunque le ha advertido que si la cosa se pone cruda tendrá que llamarlo porque, con los recortes, se han quedado bajo mínimos. Él ya está ideando una baja por estrés traumático tras la boda. 

Carmela está nerviosa y le ha dado por comer. Úrsula le advirtió de que como siguiera así no iba a entrar en el traje de novia y, entonces, ha decidido hacer dieta china porque asegura que todos los chinos son flacos, menos los que hacen sumo. Bernardo le aclaró que esos son japoneses, pero a ella le da igual y, sin pensárselo dos veces, le pidió a Chen-Yu -el dueño de la tienda china- que le deje vivir una temporadita en su casa. Él está encantado porque, además de conocer a Carmela de las dos semanas que trabajó en su tienda, le ha pedido que, a cambio, cuide de su madre que acaba de llegar a la Isla desde la provincia de Quinghai, que limita al suroeste con Tibet. 

Así que, desde el pasado miércoles, Carmela limpia la escalera de 9 de la mañana a 9,05 y a las 9,10 ya está en casa de Chen-Yu atendiendo a la señora que debe tener 115 años, según nos ha contado la propia Carmela que pudo contarle las arrugas que tiene, el otro día cuando le daba una sopita con esencia de apio.

De momento, Dolors que anda sumida en una tristeza por la desaparición del duque de Abona, no se ha dado cuenta de que las escaleras vuelven a estar sucias. “Es lógico” -dijo ayer Úrsula- “en cinco minutos es imposible limpiar este edificio. 


La cosa empieza a oler mal, en todos los sentidos, y entre la pena de Dolors por la desaparición del duque, el terror de la Padilla a que se le aparezca por la noche y la despreocupación de Carmela que solo piensa en recuperar la línea para su boda, este edificio corre el riesgo de caer en el abandono. Úrsula, que no es tonta, ha llamado a Terencio, su hermano, para contarle en lo que ha quedado su inmueble tras la venta a los catalanes. 

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