Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 15 de mayo de 2017

TRAIDOR POR LOS PELOS
A doña Monsi le entró tal disgusto cuando vio alejarse el camión de inspección sanitaria que se llevaba su arsenal de aspirinas, que tuvimos que montar una reunión de urgencia para ver cómo podíamos levantarle el ánimo a la presidenta. Entre lágrimas, nos confesó que compraba hasta cinco cajas a la semana porque sufre de dolores de cabeza, y, aunque ella misma reconoció que la causa era el peso de su propio pelo, que mantiene en equilibrio a modo de suflé gracias a toneladas de laca, también admitió que le agobiaba la responsabilidad de estar al frente del edificio. "Es una tensión que no se la deseo ni al jefe del FBI", afirmó angustiada. Ante esa confesión, Carmela propuso cortar radicalmente por lo sano.
-No va a ser fácil arrebatarle la presidencia. Te recuerdo que, aunque esté en horas bajas, la señora tiene su rejo -apuntó la Padilla.
-No hablo de su derrocamiento, sino de su cabeza.
-¿Vamos a cortársela? -preguntó horrorizada Brígida, que notó que el corazón se le paraba de repente. 
-¿Tú estás boba o qué? Estoy hablando de acabar con lo que le está causando los dolores. O sea, su pelo -aclaró Carmela.
-Estoy totalmente de acuerdo. Hay que cortarlo de cuajo -dijo Eisi con cara de "yo-me-ofrezco".
-Pero, por favor, qué insensible eres. La pobre mujer lo está pasando mal. Hay que tener un poco de mano izquierda con ella -le echó en cara la Padilla.
En medio de la tormenta de ideas que estábamos llevando a cabo para ver cómo podíamos ayudar a nuestra presidenta, María Victoria comentó que en algún sitio había escuchado que los cerdos servían para calmar los dolores.
-¿En lonchas o en persona? -preguntó Eisi. 
Al ver que la conversación empezaba a ir por derroteros algo truculentos, la Padilla le hizo un gesto a Cinco Jotas para que regresara a casa. El cerdo ni rechistó. 
-Eisi, mejor nos dejas solas. Esto es cosa de mujeres -zanjó Carmela-. Y, señoras, ustedes no se me desvíen del problema que nos ocupa. Está claro que lo que tenemos que hacer es quitarle el peso capilar a doña Monsi. 
-Pero se va a enfadar -dijo Brígida. 
-Más se va a enfadar la Organización Mundial de la Salud si no hacemos algo pronto. Esa masa inerte llena de clorofluorocarbonos es una bomba para el calentamiento global -insistió Carmela. 

La decisión estaba tomada. Al día siguiente, la Padilla le contó a doña Monsi que había traído a una amiga suya para darle un masajito relajante. En realidad, era la peluquera de la tienda veterinaria. 
-También le hemos preparado un chocolatito y pastel de manzana -dijo Brígida mientras entraban en el piso de la presidenta. 
-Ay, qué buenas son y lo mal que yo me porto con ustedes. Les prometo que cuando se me pase el disgusto les bajo la cuota de la comunidad. ¿Eisi está con ustedes? -preguntó doña Monsi.
-¡No! Contestaron todas al unísono.
-Entonces a él le subo diez euros. 
Al ver aquella revoltura capilar, a la peluquera canina le cambió la cara. 
-Esto les va a costar más de lo que había presupuestado -dejó claro.
-Bueno... Tú empieza a cortar -le apremió la Padilla, colocando a doña Monsi en el lavacabezas portátil que había traído la manostijeras.
En ese momento, alguien abrió con fuerza la puerta. Era Eisi.
-¡Presidenta, no se deje! Le quieren cortar la cabellera.
A modo de héroe americano, se abrió paso entre las mujeres y se llevó a doña Monsi en volandas. Como tenía el pelo mojado, pesaba más de lo que él había calculado, con lo que a punto estuvo de perder el equilibrio y acabar con la presidenta toda entera. 
-Iban a arrancarle eso que tiene ahí -le dijo él señalando a lo que ahora se parecía a la fregona de Carmela después de siete meses de uso.
-¡Sinvergüenzas que son todas! -gritó doña Monsi. Menos mal que hay alguien que me rinde lealtad en este edificio. 
-Pero... nosotras... -intentó explicarse la Padilla.
-¡Basta! Fuera de mi casa -vociferó la presidenta. 
Esa misma noche, doña Monsi colgó un comunicado en el ascensor que decía que había subido la cuota a todos los vecinos menos a Eisi.

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