Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

martes, 10 de marzo de 2015

NOVEDADES DE TEMPORADA
La primavera está a punto de llegar y en el edificio ya tenemos novedades. Pero no de esas como las de los grandes almacenes que empiezan a sacar la manga corta y los bikinis de nueva temporada. Ojalá. Aunque me temo que María Victoria está a punto de sorprendernos con nuevos modelitos "animal print", aquí las novedades no tienen que ver con la moda, sino con los modos de la presidenta, que cada día va a peor. Lo último que ha hecho ha sido poner restricciones al tendido de sábanas en la azotea.
-Es una mala imagen para los clientes que van a la peluquería del ático ver esas telas de colores ondeando como si esto fuera una ciudadela. Nuestro edificio es de calidad, señores -nos dijo la presidenta a través del hilo musical el lunes a la hora de la cena.
Lo siguiente fue un comunicado que Neruda nos entregó a todos y donde decía que a partir de ahora teníamos que ponernos de acuerdo para tender por colores y formas. "Nada de una sábana rosa y otra a cuadros. Uniformidad".
-Me va a decir a mí la señora esta el color de las sábanas que compro. Lo que faltaba -dijo Úrsula cuando bajaba a tirar la basura.
-Mi mujer va a poner el grito en el cielo cuando se entere -comentó Alberto, pensando en las sábanas atigresadas, última adquisición de María Victoria que encontró en una tienda chic de La Orotava.
Como pasaban los días y no nos poníamos de acuerdo, Neruda terminó cambiando la cerradura de la azotea. 
La otra novedad de la temporada tiene que ver con la claustrofobia que ha desarrollado doña Monsi y que le ha obligado a dejar de usar el ascensor. El problema es que desde que se partió la cadera sigue renqueando y no puede subir las escaleras, así que entre Neruda y Eisi le han montado una telesilla, con ayuda de un señor del teleférico del Teide, experto en este tipo de mecanismos.
-A mí me da igual lo que cueste la chorrada esa, lo que me molesta es que me quita espacio para poder limpiar -se quejó Carmela, señalando con repugnancia a una especie de cabina de metacrilato que ocupaba la mitad del hueco de la escalera.
El jueves fue la puesta en marcha de la telesilla. 

Cuando doña Monsi llegó de su paseo, Neruda le esperaba en el portal.
-Aquí tiene el casco, señora -le dijo el jefe de seguridad, que se llevó un manotazo en toda la cara.
-¿Tú eres tonto o te haces? ¿Cómo me voy a poner nada en la cabeza si lo que tengo es claustrofobia? Es que...
La mujer se subió al aparato incumpliendo todas las normas de seguridad.
Quien está intratable con el tema es Carmela. No se le puede decir nada. La Padilla le recomendó que se comprara un cubo más estrecho y Úrsula le aconsejó que bajara de peso. "Con ese culo, o se pone de lado o se carga la telesilla de un caderazo", le susurró a María Victoria, que subía a la azotea a tender, de forma clandestina, las sábanas de tigre, que ya olían al propio animal. Al parecer, su marido consiguió una copia de la nueva llave, sobornando a Eisi que no es que vuelva a ser un delincuente, sino que, en menos de dos semanas, está harto de la presidenta.
El viernes por la noche, un grito desgarrador sembró el pánico en el edificio. La Padilla fue la primera en salir, luego las hermanísimas, doña Monsi y yo. Allí, en medio de las escaleras, vimos que la telesilla había perdido el control y subía y bajaba como si estuviera en una montaña rusa.
-¡Socorro! ¡Ayuda! Es mi mujer -gritó el marido de María Victoria.
-Pero ¿qué hace esa imbécil en mi silla? -preguntó doña Monsi.
Neruda salió corriendo a desconectar el cuadro de mando de la telesilla y Alberto rescató a su mujer, que se había subido en el novedoso aparato cuando bajaba de la azotea con las sábanas limpias.
Desde ese día, la puerta de la azotea y la telesilla tienen un código de seguridad y doña Monsi es la única que sabe la clave.

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