Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

domingo, 8 de febrero de 2015

CHIQUITO ESCÁNDALO
Ya no recuerdo lo que es dormir. Mi mente se ha desprogramado de tal manera que no consigo entrar en ese estado fisiológico de autorregulación y reposo uniforme del organismo. Cada vez que lo intento, en mi cabeza, resuena el eco lejano de las murgas y es que doña Monsi se ha pasado toda la semana viendo los concursos en la tele con el volumen tan alto que el edificio quedó sumido en un Dolby Surround que ya quisieran los multicines. El primero en explotar fue Bernardo.
-¡Por favor! Un poco de respeto, que a las cinco tengo que estar al volante del taxi -gritó por las escaleras el lunes. 
-Pues mira, chico, si madrugas un poco más y te pasas por el recinto, igual consigues un par de viajes con la gente que sale del concurso -le propuso la Padilla.
El taxista no le hizo ni caso. Le dio la espalda y se encerró en su piso. 
FOTO: carnavaldetenerife.com
El viernes -la noche de la final infinita- el escándalo era insostenible y más aún porque a doña Monsi le dio por tararear los pasacalles. Ante esta situación, Úrsula convocó una reunión de urgencia en el ascensor, que con la última derrama de la comunidad había quedado insonorizado y ahora es el único lugar del edificio donde podemos hablar sin oír ruido.
-Solo caben cuatro -dijo la Padilla, abriéndose camino para entrar la primera.
-Yo tengo que estar porque he sido quien ha convocado la reunión para ver qué hacemos con la presidenta y la maldita tele -aseguró Úrsula, mientras empujaba dentro a su hermana Brígida con ella. 
María Victoria y su marido quisieron entrar los dos, pero solo quedaba espacio para uno, así que él se quedó fuera cuidando de las caniches, que empezaron a gimotear al separarse de su dueña. Don Alberto, con los ojos aguados como si no la fuera a ver nunca más, le preguntó si quería que le trajese algo de comida o abrigo. 
-Por el amor de dios, que es una reunión dentro del edificio. Que no nos vamos al Himalaya -dijo la Padilla, cerrando la puerta del ascensor. 
La reunión se prolongó durante media hora. En ese tiempo, doña Monsi mandó a Neruda a hacer la ronda nocturna y al vernos sentados a don Alberto y a mí en las escaleras preguntó si pasaba algo. "¿Qué va a pasar? Es que en casa no escuchaba bien las murgas", le dije mientras Miniña se hacía pis en los pantalones de su dueño. Sin hacerme caso, Neruda cogió el móvil y empezó a teclear. 
-¿Cómo se escribe caniche? -me preguntó. 
-Con cuidado porque, a la que te despistas, te mean encima -dijo don Alberto con cara de asco.
-Con c de caniche -le contesté y me dio las gracias como si le hubiera resuelto el rosco de pasapalabra. 
Neruda se sinceró y nos contó que estaba escribiendo un whatsapp a doña Monsi para darle el parte nocturno, pues, con el escándalo que había, era imposible que le escuchara si la llamaba por el "walkie". 
-¿Por cierto? ¿Dónde ha guardado el cofre la vieja esa? -preguntó don Alberto separándose el pantalón mojado de los muslos y dando un giro de quinientos grados a la conversación. 
-Soy el jefe de seguridad del edificio y no puedo contestar a esa pregunta. Solo les adelanto que no hemos podido encontrar la llave, así que estamos esperando a que le den la condicional al marido de la peluquera para que nos ayude a abrirlo.
Neruda se dio cuenta de que nos estaba contando demasiado y se marchó.
En ese instante, la Padilla abrió la puerta del ascensor y nos llamó para explicarnos el plan para acabar con aquella estridencia. 
María Victoria era la pieza clave. Subió al piso de doña Monsi y, cuando terminó la murga que estaba actuando, aprovechó y tocó el timbre. La mujer abrió la puerta y, entonces, Miniña y Tuniña entraron como dos fieras hambrientas en el salón, tropezaron con los cables y tiraron el televisor al suelo. Al minuto, Bernardo se asomó por la ventana y gritó. 
-¿Por qué no suena ya la otra murga? No se puede dormir con este silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario