Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 21 de marzo de 2016

LA CUADRATURA DEL CÍRCULO
Hasta hace unos días no creía en los fantasmas, pero ahora ya no sé qué pensar. No voy a obsesionarme. Prefiero imaginar que lo que ha ocurrido esta semana en el edificio ha sido magia o el sueño de una noche de invierno. Aunque intento convencerme a mí misma de que esto no ha pasado, necesito encontrar una respuesta que explique lo que empezó la tarde del jueves, cuando Carmela subió a buscarnos para contarnos que el marido de doña Monsi había desaparecido. 
-Pero si el pobre hombre murió hace más de una década -recordó Úrsula. 
-Sí, ya sé que murió, pero ahora ha desaparecido -dijo temblorosa. 
-¿Han profanado su tumba? -preguntó Brígida. 
-No, eso ocurre en el próximo capítulo del Walking Dead ese. No te digo... -se burló su hermana. 
Carmela insistía en la desaparición y empezamos a pensar que se había quedado un poco tocada, mentalmente, después de que esa misma tarde el pediatra le dijera que se estaba pasando con el amamantamiento descontrolado de las mellizas.
-Señora, sus niñas van camino de convertirse en auténticas pelotas de lactosa -le advirtió el médico.
-¿Qué se cree el tipo este? Yo no soy Hacendado, que tiene leche desnatada, semidesnatada y sin lactosa. A mí que no me agobie más este hombre, que bastante tengo con las nenas, mi marido, la escalera y las pelusas -se desahogó al llegar de la consulta. 
Como no nos quedó claro qué había pasado realmente con el marido de doña Monsi, decidimos subir a su piso y averiguarlo "in situ". Allí, encontramos a la presidenta con la mirada perdida. 
-Se han llevado a mi Andreu. 
-Uy, pobrecita. A mí me da que empieza a desvariar -comentó Brígida en voz baja y con cara de pena, mientras le pasaba la mano por la cabeza embadurnada de laca. 
La mujer se levantó y nos señaló un cuadro en la pared del comedor. Nos acercamos temerosos, como si aquello fuera un lobo a punto de atacar y, efectivamente, allí, junto a doña Monsi vestida de boda, intuimos el borde decolorado de una silueta que debía ser la del difunto, aunque de él no había ni rastro.

Doña Monsi nos juró que, hasta hoy y durante cincuenta años, en ese cuadro habían estado los dos. 
Eisi, que acababa de regresar de su estancia en el Parador, ordenó cerrar a cal y canto puertas y ventanas para que Andreu no pudiera escapar. 
-Esto me huele a pelea de pareja. ¿Han discutido últimamente? -preguntó Brígida, que, esta vez, prefirió pasarle la mano tranquilizadora por la espalda. 
Carmela, cada vez más aterrada, comentó que lo mejor era avisar a la policía o, en todo caso, a un cazafantasmas, pero Úrsula se negó, alegando que Iker Jiménez se pondría las botas y nos sacaría en su programa. Eisi propuso hacer guardia permanente hasta que apareciera el difunto. La Padilla se ofreció a hacer el primer turno y, después de darle la cena a Cinco Jotas, bajó al portal, donde Eisi había colocado una garita con un termo de café.
-Y si lo veo ¿qué hago?
-Gritas. 
La noche transcurrió tranquila. La Padilla se dejó dormir viendo los últimos vídeos de Wismichu, pero, a las tres de la madrugada, el chillido aterrador de María Victoria la despertó. Salió de la garita y, mientras subía las escaleras, recordó lo que le había dicho Eisi y comenzó a gritar. Al llegar, ya estábamos todos en el piso. Sordos de tanto grito. 
-En la pared... Ese cuadro... -titubeó María Victoria, señalando una reproducción de "La siesta" de Van Gogh. 

-Yo solo veo dos personas ahí tiradas durmiendo -dijo Eisi.
-Ese es mi Andreu, pero ¿qué hace al lado de esa desconocida? -preguntó doña Monsi.
-Esto es un allanamiento de morada en toda regla -se quejó María Victoria.
-Pues me lo llevo a casa -dijo doña Monsi, que ordenó a Neruda que descolgara el cuadro.
María Victoria se negó en rotundo a que sacaran el cuadro de su casa y doña Monsi se resistió a dejar a su marido en una casa que no era la suya. Así que, ahora, las dos mujeres viven juntas. A ver lo que dura. 

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