La noticia de la semana es que el ascensor vuelve a estar en servicio. Realmente, a mi me da igual porque no lo uso pero lo bueno es que ya no hay tanto colapso en las escaleras y puedo llegar antes a casa. La otra novedad es que Dolors, la propietaria, ha regresado al edificio. Lo ha hecho sin Bartomeu, su marido, con lo que Brígida se ha quedado un poco fastidiada. Con mucho tacto, intentó sonsacarle por qué no había venido con ella pero la mujer, que debe sospechar algo, le dijo en castelán (castellano-catalán) que se metiera en sus asuntos. Con la vuelta de Dolors, la Padilla ha perdido su accidentalidad en la presidencia de la comunidad y, ahora, no hay quien la aguante. La primera medida que ha tomado ha sido decirle a Tito que deje de limpiar las escaleras inmediatamente.
- Pero, mamá si ya le había cogido el truco a la fregona. Fíjate qué bien me quedó el escalón 37 y el 42. Bueno, y ni que decir tiene el brillo del 23.
La Padilla hizo una caída de párpados que ni el de la joyería cuando baja la reja por la noche.
Así que ahora tenemos ascensor, otra vez escaleras sucias y a la presidenta dando órdenes a diestro y siniestro. Y todo en pleno agosto, que es cuando se supone que uno se toma las cosas con calma y tranquilidad por aquello de que es el mes de las vacaciones. Un decir. Lo sé.
Lo peor fue cuando ya no quedaban más huevos y se puso a bailar como el mismísimo Pitbull y eso, a pesar de que tiene tres tornillos en la cadera izquierda y un implante en la derecha. Pensé que acabaría como un transformer pero afortunadamente se quedó dormida y la llevámos al sillón.
- Seguro que no le gustan las sorpresas- me susurró Carmela al oído mientras trataba de colocar los cupcakes en primera fila y cuando todos le recibíamos lanzándole las flores que habíamos llevado como si fuera un novio a la salida de la iglesia.
- Non per favore. Io sono allergico ai fiori- dijo al mismo tiempo que su cara empezaba a ponerse de todos los tonos de rojo y caía al suelo asfixiado.
- Rápido, rápido necesita un boca a boca- gritó Úrsula que, sin esperar, se lanzó a hacérselo ella misma.
Obviamente, la fiesta se suspendió y todos regresamos a nuestras casas. Como ya era tarde, Carmela me preguntó si Lili Wei se podía quedar a dormir conmigo, que ella se encargaba de avisar a Chen Yu. No fui capaz de negarme, así que la señora pasó la noche en mi cama, gritando "shàngdì bǎoyòu nǐ", cada vez que escuchaba al italiano estornudar. Al día siguiente, Dolors colgó un cartelito en el portal que ponía prohibido hacer fiestas en la azotea y otro en la puerta del ascensor: "Estornude más bajito".
No hay comentarios:
Publicar un comentario