Al final hubo boda, vestido y hasta luna de miel. Precisamente eso -el viaje de novios- es lo que me ha tenido apartada en esta última semana. Pero vamos por pasos. Tal y como estaba previsto, Carmela y Pepe se casaron el día de Canarias, el pasado 30 de mayo. Fue una boda extraña porque el cura era el hermano de Fermina, la madre de Pepe -a la sazón el novio- como diría Jaime Peñafiel en su dialecto real. Eso no le gustó demasiado a Carmela que esperaba que la casara don Tomás, el de su parroquia de toda la vida. Pero ‘la mamma’, que es como llaman en el edificio a Fermina, lo quiso controlar todo y lo consiguió con la ayuda inestimable de las Bitels que se han convertido en sus 'correveidilesyhazloqueyodigasinonosoytuamiga'.
- Déjala Chen, a esas edades ya son como niños y recuerda lo que decía Jesús: "Dejad que los niños se acerquen a mi". Pues eso- le dijo ella pero estoy segura de que él no entendió nada de nada. Lo sé porque los ojos se le hicieron todavía más pequeñitos.
Lo que no esperaba nadie es que en el momento de darse el beso, fuera ella -la anciana china- quien morreara a Pepe que, después, se pasó todo el banquete limpiándose la boca como si temiera que, de un momento a otro, el cura fuera a decirle que ese beso sellaba su matrimonio con Lili Wei. Por si las moscas, cada vez que el cura hacía amago de acercarse a su mesa, Pepe se iba al baño.
- Yo no tengo tiempo para perder. Tengo que levantar este edificio que está peor los hermanos Leman después del colapso financiero- le dijo a Fermina cuando bajó a entregarle la invitación de la boda de su hijo.
Hasta aquí, todo bien. Pero, al día siguiente, temprano, Carmela me llamó al móvil para decirme que hiciera las maletas, que nos íbamos a Nueva York.
- ¿Nos? - le pregunté.
- Sí, tienes que venir con nosotros, por favor, porque Fermina, mi suegra, nos ha regalado el viaje de novios pero dice que solo a condición de que ella también venga con nosotros y claro, no me puedo creer que nos vaya a estropear nuestra luna de miel. Así que te pido que te encargues de entretenerla a ella. Carmela me lo dijo tan agobiada que no tuve más opción que decirle que sí.
- Niña, tú haz como si fueras la sobrina de Donald Trump y cuando vayas a pagar di que tu tío pasará mañana con la tarjeta- me dijo con tanta naturalidad que a punto estuve de hacerlo hasta que, a última hora, le dije que prefería ir a China Town.
En fin, que ayer regresamos los cuatro del viaje de novios. Carmela y Pepe se lo pasaron divinamente. Fermina, también y hasta el último minuto estuvo dando la nota. Al dejar el hotel, le confesó a Tom, nuestro conserje que se había enamorado de él y que volvería pronto a buscarlo. El pobre hombre sonrió amablemente, metió las maletas en el taxi y le dijo al conductor: “Rápido, al JFK” y eso que íbamos con cuatro horas de tiempo antes de la salida del vuelo. Cuando el taxi arrancó y cuando el skyline de Nueva York nos decía adiós, le agradecí -a pesar de los días de apuro que me hizo pasar- la oportunidad que me había dado de poder regresar a la ciudad de mis sueños.
Nada más entrar en el edificio, respiré la dura realidad de esta comunidad de vecinos.
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