En apenas unos días, Carmela y Pepe se estarán dando el sí quiero. O no. Todos deseamos, más que nada en este mundo, que llegue ya ese momento. No tanto por ver cómo se dan el beso en la iglesia o por probar la tarta, sino por terminar de una vez con el agobio que está generando la confección del traje de la novia y, en mi caso, porque ya no sé qué hacer con la madre de Pepe que se ha hecho dueña y señora de mi piso. Ahora, se ha empeñado en cambiar la decoración interna de los armarios. ¿Pero qué decoración si están pintados de blanco y además cerrados?
- Pero qué haces aquí ¿por qué no me llamaste antes de venir?- le recriminó Carmela.
- Es que no puedo esperar más. Tengo que comprobar si puedo rematar ya o tengo que añadir más tela- le explicó Brígida con un tonito de enfado.
- Bueno, vale, está bien. Pero antes acompáñame a la cocina que le estoy preparando un caldito de soja a la señora.
A la vuelta de la cocina, las dos mujeres se quedaron impactadas, horrorizadas y petrificadas al ver aquella imagen indescriptible ante sus ojos. Lili Wei se había puesto (poner como sinónimo de incrustar) el traje de novia de Carmela y estaba dando vueltas sobre sí misma como Sissi emperatriz en la escena del vals. Cuando la mujer se dejó caer exhausta sobre el sillón, Carmela y Brígida recuperaron la movilidad y se abalanzaron sobre ella para quitarle el vestido pero hasta hoy eso ha sido imposible. Ya forma parte de su piel. No hay forma. Con el forcejeo, la anciana china empezó a gritar como una loca y los vecinos llamaron a la policía. Cuando sonó el timbre, Carmela abrió la puerta y, allí, delante de ella vio a Pepe, acompañado de otro agente.
- Pero ¿qué haces aquí?- le gritó ella, interponiéndose entre su prometido y la puerta para que no pudiera ver nada.
- Hola, cariño, nos han dado un aviso desde la central y, como andaba por la zona, nos hemos acercado a comprobar qué pasaba- le respondió con la frente y los ojos regañados.
-Todo esta bien, es la señora que no quiere comer, pero ya está arreglado.
- Carmela, tengo que entrar, así que te pido por favor que te apartes de en medio.
Pepe empujó la puerta y allí, en medio del salón vio a la pobre mujer tirada en el sillón mareada por tanto baile y canturreando 'Orquídea Solitaria', canción tradicional china de la época de Confucio.
- Toño, apunta- le dijo a su compañero- falsa alarma; se trata de una señora vestida con un traje ridículo que no quiere tomarse la sopa. Regresamos a la central.
Cuando cerraron la puerta, Brígida y Carmela se miraron con una mezcla de tristeza y de rabia. El destino, o lo que fuera, había hecho que Pepe viera el vestido de novia de su prometida y, sin saber que lo era, lo había calificado de “ridículo”.
A mi lo que más me extraña es que la Padilla esté tan callada.
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