La semana ha sido complicada. No tanto por la inminente boda de Carmela, que sigue siendo el tema sobre el que gira nuestro día a día, sino porque a Dolors, la propietaria, presidenta y dictadora del edificio, se le ocurrió la idea de obligarnos -así con todas las letras- a votar este domingo en las elecciones europeas.
Nos lo comunicó en una reunión de urgencia que convocó el jueves en la azotea y en la que también nos entregó las papeletas ya cerradas.
- Esto es lo que tienen que meter en la urna- nos dijo sin ningún tipo de reparo.
Obviamente, hubo comentarios de todo tipo y, después de varias semanas sin abrir la boca, la Padilla fue la primera que se reviró y le espetó en toda la cara que votar "no es una obligación sino un derecho" y que por ahí no iba a pasar. Dolors le amenazó con que si no lo hacía tomaría medidas muy drásticas como, por ejemplo, echarnos del edificio. Al escuchar esta amenaza, Úrsula saltó como un resorte y dijo que eso iba contra la ley y que no podía permitir que nos tratara así. Enseguida, todos nos unimos a sus palabras, levantamos los brazos y la voz y empezó un griterío que Dolors tuvo que llamar a su marido para que le echara una mano.
- ¡Bartomeu! Mira lo que me dicen los vecinos. Se niegan a ir a votar. ¿Verdad que la ley recoge que puedo echarles del edificio si no cumplen las normas?- preguntó con ese tonito que pone cuando quiere que le den la razón.
- Yo... esto... creo que bueno... yo no lo veo tan claro, querida. Es un país democrático y ellos pueden votar si quieren. Sería mejor que lo hicieran pero si no quieren no podemos obligarles- respondió y cerró los ojos como si, a continuación, esperara el golpe.
- ¿Ahora estás del lado de ellos? Desde luego, Bartomeu ¡no te reconozco!
- Déjela, déjela -le dijo el otro día Carmela que ya no quiere recuperar su traje, después de que oyera a su prometido Pepe decir que era ridículo (el traje).
- Ella tiene que dal traje a ti- insistió Chen Yu que cuando llega por la noche no para de decir que la casa huele mal.
A Carmela le da pena decirle: "Sí, tiene razón. Lo que huele mal es tu madre".
Como el tiempo apremia -la boda es ya el próximo viernes- Fermina y las Bitels (las nuevas amigas de la madre de Pepe que hasta la boda vive en mi casa por decisión propia de ella) se han comprometido a resolver lo del traje de Carmela.
- No puedo permitir que mi hijo no pueda casarse porque su novia no tenga vestido- me dijo la otra noche.
Al día siguiente, las cuatro bitels -que más parecen las Iron Maiden por las locuras que hacen- tocaron en casa y entraron empujando una máquina de coser singer antiquísima que me dejó el suelo todo marcado.
- Vamos a coser ese traje. ¿Dónde está la tela? -preguntó Antonia, una de las Bitels.
Fermina empezó a quitar el visillo de la ventana de mi sala. “Aquí está la tela”, dijo como si hubiera sacado un conejo de la chistera. Y empezaron a medir, a coser y a cortar. Yo estoy tan impactada con todo que todavía no les he podido decir nada. No me salen las palabras y menos mal porque he pensado tantas que mejor no decirlas. Pero estoy que trino así que procuro pasar el menor tiempo posible en mi propia casa que ha sido tomada por el comando costura.
- Yo voy a votar por el Hugh Grant- me dijo Brígida- Todo el mundo piensa que es americano pero no, es británico. Europeo.
- Pero él no se presenta a las elecciones. No puede votarle a él- le expliqué.
- Ya estamos coartando la libertad de las personas- me dijo airada, abrió la puerta y se marchó.