Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 4 de abril de 2016

NI SUBE NI BAJA 
Se nos rompió el ascensor de tanto usarlo, aunque Eisi le echa la culpa al peso más que al uso, algo que no le ha sentado nada bien a las hermanísimas, que se han sentido aludidas. Úrsula, sin embargo, apunta a doña Monsi como causante de la grave avería. Asegura que los problemas empezaron desde que la presidenta cambió de laca porque el aparato reconoce el producto como material peligroso y se pone a pitar cada vez qu e la mujer entra en él. La Padilla va en otra línea y cree que la causa de todos los males está en Xiu Mei, la mujer de Bernardo, que se pasa los días bebiendo infusiones de hierbas raras y sonriendo de manera insistente.
-A mí me da que ha metido una maldición en el edificio -nos comentó en voz baja como si hubiese descubierto al asesino. 
-Esto me da mucho miedo -confesó Brígida, mirando con desconfianza a todos lados. 
-Hay que acabar con ella -propuso Úrsula. 
-¿Con... ella? -pregunté aterrada, y, al darse cuenta de la magnitud de sus palabras, aclaró que cuando hablaba de "ella" se refería a la maldición. 
Yo me quedé más tranquila, pues reconozco que me había imaginado a Cinco Jotas abalanzándose sobre la pobre mujer y aplastándola bajo sus incontables kilos de grasa porcina de presunto colesterol malo.
La muerte definitiva (del ascensor) se produjo el lunes por la tarde, cuando María Victoria se disponía a subir a la azotea para tender las sábanas. Entró, pulsó el botón del ático y el aparato permaneció inmóvil y boquiabierto.
-Maldito cuatrolatas este ¡Arranca de una vez! -gritó como una posesa, mientras aporreaba los botones.

-Eeee... Alto ahí, torito -saltó Eisi. 
-Yo me niego a subir por las escaleras -se quejó ella.
-Pues, chica, con la camisa esa de guepardo que llevas hoy, llegarías en 0,3 segundos, o menos, si te pusieras a ello -murmuró Carmela, que lleva toda la semana despistada porque ha metido a las mellizas en una guardería y se pasa el día llamando a ver qué tal están. 
-Señora, sus niñas están igual que hace medio minuto -le contestó la directora del centro después de haber recibido quince llamadas en menos de una hora. Está tan obsesionada con que pueda pasarles algo que les ha colocado una minicámara en los pendientes. Dice que así controla mejor lo que hacen.
Después de varios días de parón técnico, doña Monsi le dio, por fin, la orden a Neruda de que arreglara el aparato, sobre todo porque a su compañera de piso se le estaban acumulando las sábanas mojadas en casa. 
-Ni se te ocurra llamar a nadie -le amenazó Eisi, que, esa misma noche, llegó al edificio con dos colegas y un camión. 
-Pero ¿qué hacen? -preguntó la Padilla al ver que los tres hombres habían dejado un hueco donde, hasta ese momento, estaba nuestro sufrido ascensor.
-Vamos a colocar un aparato de última generación -comentó Eisi, dando golpes a diestro y siniestro. 
Después de cinco horas, dos de ellas en la madrugada, el edificio tenía un nuevo ascensor. Bernardo fue el primero en verlo cuando llegó de trabajar tras una noche intensa en el taxi. Del impacto que se llevó subió a despertarnos a todos menos a su mujer, que dormía profundamente por culpa de una infusión doble de valeriana. 
Lógicamente, bajamos en pijama y, allí, en el portal, estaba aquella cosa de color plata con incrustaciones de madera de roble, abierto de par en par, forrado de terciopelo y con una lámpara de araña con cristalitos de Swarovski colgando del techo. 
Sin decir nada, María Victoria entró corriendo en aquel lugar mágico con las sábanas que seguían mojadas desde hacía cinco días.
-Pero tremenda cara tiene -gritó la Padilla-. El ascensor es de todos.
-Aquí hay que poner orden -dijo Eisi, indicándole a sus colegas que desalojaran a la mujer.
Los dos hombres entraron en el aparato y sacaron a María Victoria en peso, pero con el forcejeo la lámpara se golpeó y empezaron a caer los cristalitos uno detrás de otro como lluvia fina. Desde entonces, el ascensor vuelve a estar clausurado y Carmela está enfadada porque lleva toda la semana recogiendo, uno a uno los trocitos diminutos de vidrio y apenas le queda tiempo para conectarse a la minicámara de las mellizas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario