Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 25 de abril de 2016

EL DICHOSO PITIDITO
Doña Monsi regresó de Panamá mucho más morena, con lo que, al verla, Eisi no pudo evitar derramar unas lagrimitas. Le hizo recordar a su admirado Prince, fallecido días antes. Lo que no le ha cambiado a la presidenta es el carácter ni la nubecilla de pelo que mantiene inamovible a base de chorros de laca ultra resistente. La misma tarde en que la mujer llegó de vuelta al edificio, el cielo se puso gris, tal vez como una premonición de que algo iba a pasar.
María Victoria fue la única que mostró un atisbo de alegría al oír su voz y bajó al portal a darle la bienvenida. Yo creo que, más que un sentimiento sincero, lo que le impulsó a saltar del sofá fue la esperanza que albergaba de que doña Monsi le hubiera traído algún detallito textil. Mientras corría escaleras abajo, se imaginó una blusa adornada con el plumaje del Águila Harpía, ave nacional de la República de Panamá, pero se quedó con las ganas porque el único regalo que trajo de su viaje fue un sobre lleno de facturas que, según ella, ahora debe abonar la comunidad. Ante tal descaro, todos pusimos el grito en el cielo.
-Es una desagradecida. Encima que he cuidado al pececito de su nieto -le reprochó María Victoria cuando, al día siguiente, se la encontró en su rellano y volvió a confirmar que no le había traído ni siquiera una foto con el avance de modelitos de la próxima temporada.
-¿Qué nieto? -preguntó despectiva doña Monsi- Yo no tengo ninguno.
Aquella afirmación nos dejó sin palabras y Carmela fue la única que encontró algo que decir.
-Pues alguien que asegura ser su nieto llegará en unos días y este o este, o yo qué sé cuál de todos, es Hércules, su pez -le dijo enseñándole la bola de cristal, en la que más de medio centenar de peces, exactamente iguales, buscaban hueco para moverse de un lado a otro.
La mujer se marchó enfurecida pero antes repitió que ella no tenía ningún nieto.
Mientras decidíamos qué hacer con aquella ciudad acuática del presunto nieto de la presidenta, escuchamos unos golpes secos que provenían del portal.
-¡Es Neruda! -advirtió la Padilla, alongándose por el hueco de la escalera. En menos de un minuto, todos los vecinos coincidimos abajo.
-¿Y eso qué es? -preguntó Eisi que, en ese momento, regresaba del médico porque, desde la muerte de Prince, no se quita de la cabeza el sonsonete de Purple Rain y teme que la SGAE lo considere reproducción ilegal del tema y terminen metiéndole una demanda.
-Un arco de detección de metales. Órdenes de la presidenta -dijo Neruda, sin levantar la cabeza y golpeando duro para fijar la estructura al suelo.

-Pues será para los visitantes porque yo no pienso pasar por el aro -aseguró Úrsula.
-Es para todos, señora. Sin excepción -explicó Neruda.
-Lo que nos faltaba. Esta es nuestra casa. Somos una familia -se quejó Brígida y, en ese instante, imaginé que doña Monsi era mi abuela y tuve una sensación rara, como desagradable.
Después de casi una hora de discusión, nos disolvimos sin haber resuelto nada. Por la noche el aparato empezó a sonar. Era Úrsula que bajaba a tirar la basura. Neruda, que está de vigilante, le hizo una seña para que se quitara el reloj y las gafas.
-Ni de coña.
-Pues entonces no puede salir -dijo él.
La mujer dio media vuelta, regresó a su piso y lanzó la bolsa por la ventana sin pudor.
Minutos más tarde, el aparato volvió a sonar de forma desmedida y María Victoria salió a la escalera con su pijama de camaleón, en ese momento de color verdoso, gritando que ya estaba bien de tanto pitidito, que así era imposible dormir.
-Yo no tengo la culpa de que me guste el heavy metal -se justificó Eisi en medio del detector.
Por miedo a que suene ese pitidito infernal nos hemos pasado todo el fin de semana sin salir del edificio, así que Eisi, que de fugarse sabe y mucho, escapó por el balcón y nos hizo una compra a todos. Un detalle. Quien lo lleva fatal es Carmela que lleva tres días sin ver a sus mellizas. Una pena. Pero las escaleras nunca habían estado tan limpias.

2 comentarios:

  1. ¿escuchamos? OÍMOS unos golpes secos

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    1. Hola, Felipe.
      Creo que, en este caso, también es válido "escuchamos" por cuanto que además de oír, prestamos atención a aquel ruido.
      Esta es la definición de la RAE a ESCUCHAR

      1. tr. Prestar atención a lo que se oye.
      2. tr. Dar oídos, atender a un aviso, consejo o sugerencia.
      3. intr. Aplicar el oído para oír algo.
      4. prnl. Hablar o recitar con pausas afectadas.
      Muchas gracias, por tu apunte.

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