Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

miércoles, 23 de diciembre de 2015

EL NÚMERO SECRETO
Después de hacer una cola de más de tres horas en la legendaria administración de loterías de "Doña Manolita", por fin, la prima segunda de la Padilla, que vive en Madrid, consiguió un décimo para el sorteo de Navidad y nos lo mandó por correo postal al edificio. Antes de firmar el papelito que daba fe de que ese décimo era para todos los vecinos, sin diferencia de edad, sexo, raza o forma de ser, la Padilla nos reclamó a cada uno la parte correspondiente, a la que añadió cuatro euros más por los gastos de envío y de crema para calmar el dolor de pies de su prima.
Padi decidió entregarle a Neruda el sobre con el décimo, para que lo custodiara. Temía que Cinco Jotas se lo comiera. Al pobre cochino le ha entrado una rabia indómita al ver a varios familiares suyos en anuncios navideños de la tele y le ha dado por comérselo todo: cortinas, papeles, guirnaldas y hasta sus propias pezuñas.
-¿Pero por qué se lo has dado a Neruda? -preguntó Úrsula, que desconfía hasta de su propia voz, tanto que un día estuvo a punto de ir a comisaría a denunciar que se la habían robado pero menos mal que su hermana le recordó que estaba afónica.
-Porque él es el que se encarga del papeleo en este edificio, es un hombre serio y responsable -le dijo la Padilla, con ganas de añadir que ella hacía lo que le daba la gana, pero, afortunadamente, en el minuto de descuento, se contuvo.
A quien tampoco le pareció buena idea fue al propio Neruda que anda bastante liado con doña Eulalia, hermana y alter ego de doña Monsi, y que se pasa el día pidiéndole cosas imposibles.
-Este año nos va a tocar la lotería -dijo esperanzada María Victoria, pensando en un nuevo vestido de textura de trucha de arroyo minutos antes de ser pescada.
-Pues con los millones deberías comprarte un piso nuevo -le recomendó Carmela, pero ella estaba tan absorta pensando cómo le quedaría el modelito que no captó la indirecta.
Además de la expectación por el sorteo de la lotería, en el edificio también ha habido jaleo por el tema de las elecciones generales. A doña Monsi se le metió en la cabeza que el domingo no podíamos ir a votar todos al mismo tiempo porque si no el edificio se iba a quedar solo.
Esta vez el elegido fue Walter.
-Encárgate de repartir los horarios y los equipos. No pueden ir a votar más de dos personas juntas -le dijo la presidenta que, en un gesto acorde con las fechas en las que estamos, puso a Ambrosio y su coche a disposición, para que nos llevara al colegio electoral.
Como era de esperar, Eisi se negó a tamaña tontería. María Victoria fue la única que aceptó. Le hacía ilusión que un señor de traje chaqueta y con sombrero le abriera la puerta y que todo el vecindario le viera cómo llegaba a votar. Para ese día, eligió unos leggins del Rey León.
La Padilla se pidió la última hora porque Cinco Jotas había cogido el sobre donde guardaba su voto y estaba intentando convencerlo de que no se lo comiera. Carmela fue la más madrugadora y se acercó a votar con las mellizas que, cada día, pesan más y a punto estuvo de dejarlas a ellas en la urna. Las hermanísimas fueron las últimas en ir. Brígida intentaba convencer a Úrsula de que el voto era secreto, pero su hermana se echó a llorar diciendo que, jamás en la vida, entre ellas había habido secretos.
Al final, todo salió bien y todos votamos. Pero esta mañana nos hemos llevado un susto de muerte al escuchar los gritos de la Padilla, y yo pensé que Cinco Jotas se había comido a sí mismo.
-¡Neruda ha perdido el décimo del sorteo de Navidad de mañana! -nos explicó Brígida.
-No lo he perdido. Creí que era el sobre con mi voto y ayer lo metí en la urna -se justificó el pobre hombre.
-¡Buff! a esta hora debe estar entre montañas de papeles -dijo Walter.
A la Padilla le dio tal crisis de ansiedad que arrambló un trozo de guirnalda que Cinco Jotas estaba mordisqueando y se lo tragó sin masticar.

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