Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 9 de noviembre de 2015

UN POQUITO DE SILENCIO, POR FAVOR
El auténtico Eisi reapareció como una mariposa, abandonando de golpe el capullo de Sansón. Que conste que lo de capullo lo digo en el más puro sentido descriptivo de la metamorfosis que experimenta la oruga para transformarse en lepidoptera. El taponazo que recibió contra el suelo del montacargas le hizo recuperar la memoria y convertirse de nuevo en el parásito y sacacuartos que conocemos.
Al constatar que, de esta forma, moría el caballero educado y atento del que se había enamorado, doña Monsi cogió un disgusto tremendo y lleva toda la semana sin quitarse el pijama. Solo se levanta de la cama para darle órdenes a Neruda. La primera fue que se deshiciera del montacargas y volviera a poner en uso el ascensor, con lo que Walter se quedó en paro.
-No te preocupes. Puedes vivir conmigo en el ático -le tranquilizó Eisi.
Úrsula averiguó que tanta generosidad no era gratuita.
-Por la cama no le cobra, pero le pide tres euros, o cinco dependiendo de lo que haga, por usar el baño -nos dijo haciendo gestos y, entonces, le pedimos que no diera tanto detalle.
Walter aceptó porque le gusta el edificio y porque también está sacando un dinerito de María Victoria que lo vuelve loco con sus encargos.
-Este hombre es una joya. El otro día, cuando venía de camino de la pescadería, él mismo, de moto propia, (entiéndase motu proprio) me compró unos calcetines de lana de oveja merina ibérica. Se nota que me conoce -dijo con un suspiro sospechoso.
Ha habido tantos cambios últimamente que ya no sé quién hace qué en este edificio. De momento, Neruda sigue limpiando las escaleras, aunque el jueves Carmela decidió volver, a pesar de que todavía no ha agotado su baja maternal.
-¡Qué vergüenza! Con lo que nos ha costado a las mujeres conseguir ese derecho -protestó la Padilla.
-Bueno, mujer -le tranquilizó Brígida- míralo por el lado positivo: ya no tendremos que estar esquivando las malditas pelusas, dijo mientras cazaba al vuelo una, tamaño XXL.
Pero Carmela no ha regresado para limpiar las escaleras. Lo ha hecho porque no puede más con su condición de cotilla y asegura que, desde que dio a luz, están ocurriendo demasiadas cosas en el edificio y no soporta enterarse por terceros. Así que, por ahora, Neruda seguirá al frente y ella solo se encargará de pasarle un trapito a los buzones. Además, como le está dando el pecho a las mellizas, le ha pedido a Eisi que convierta el cuartito de contadores en sala de lactancia.

Doña Monsi no se ha enterado del tinglado y, menos mal. La mujer sigue sin levantarse de la cama. Ya no lo hace ni para darle las órdenes a Neruda sino que lo cita en su habitación y le habla desde la cama.
-¿Cómo va la cosa ahí fuera?
-Bien -le contestó él.
-No sé por qué no te creo. ¿Qué está haciendo Walter? -preguntó la presidenta ahuecándose el pelo que de tanta almohada se le ha quedado tatuado al cuero cabelludo.
-Nada.
-Pues tengo un encarguito para él -le anunció.
El viernes por la mañana se montó el escándalo cuando la Padilla abrió la puerta de su casa para quejarse de que no tenía línea telefónica. María Victoria, Úrsula y Brígida salieron como descosidas, gritando que ellas, tampoco.
-Ni la tendrán -dijo Walter, sentado junto a una mesita con un teléfono rojo.
-¿Pero qué dices? -preguntó María Victoria mirándole la barba, cada día más descuidada.
Walter explicó que la presidenta había decidido cortar la línea de las viviendas y poner un teléfono de uso común en el portal.
-Esa mujer está de atar -gritó la Padilla.
-¿Y tú te has prestado a eso? No lo esperaba de ti -le echó en cara María Victoria dando un respingo despreciativo.
-Señoras, entiéndanlo, necesito dinero. ¿Saben cuántas veces voy al baño? -preguntó pensando en los cinco euros que le cobra Eisi cada vez que lo usa.
Nadie dijo nada. Ciertamente, no nos gusta hablar de ese tema.
Y así estamos. Entre el llanto de las mellizas y las peleas por usar el teléfono, aquí no se puede vivir. Y eso, sin mencionar lo de doña Monsi tirada en la cama... y en pijama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario