Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

lunes, 12 de octubre de 2015

SI NO LO VEO NO LO CREO
Carmela y las mellizas están bien. Las pequeñas tendrán que estar un tiempito en la incubadora porque llegaron antes de lo previsto, pero ya se les nota el rejo materno. El que no ha superado aun el parto es Pepe, el padre de las criaturas, que está recibiendo sesiones de hipnosis para olvidar lo que vio.
-¡Qué delicado nos salió el señorito! -se burló Úrsula.
-Y eso que al ser policía habrá visto de todo, digo yo -añadió Brígida, su hermanísima.
Mientras, en el edificio las cosas andan revueltas. Sobre todo en la escalera donde se ha formado un colapso de pelusas y ciscos que, de seguir así, nos van a impedir ver el camino que nos lleva a la puerta de la calle, nuestra única salida. La situación es tan grave que, el otro día, María Victoria se quedó atascada entre dos bolas similares a los matojos rodantes que salen en las películas del Oeste y pudimos rescatarla gracias a la habilidad de Cinco Jotas que se lanzó contra ellas.
En cuanto al concierto benéfico para recaudar fondos para la nueva dentadura de Eisi, fue un auténtico fracaso de público. Por no venir no vino ni el batería de la banda que se quedó dormido viendo la teletienda. Total que, al final, no conseguimos ni un euro.
De momento, Neruda, exresponsable de seguridad de la comunidad, está sustituyendo a Carmela hasta que regrese de su baja maternal, pero el pobre hombre, entre que no ve bien y que nunca antes había cogido una fregona, la ha liado parda, como diría Eisi antes de convertirse en don Sansón. En las escaleras, hasta las pelusas tienen pelusas.

-No me acostumbro a que Eisi me trate de usted y se ponga tan cursi y educado cuando me ve pasar -le comentó el otro día Úrsula a la Padilla en el portal, cuando salía a dar un paseo para estirar las piernas que se le han llenado de varices.
En ese momento, doña Monsi salió del ascensor, les echó una mirada despreciativa y dijo:
-Vamos, querido, que llegamos tarde a nuestra cena.
La presidenta estiró la mano y apareció Eisi, vestido con chaqueta y corbata.
-¿No irá usted a cenar con el tipo ese? -preguntó Úrsula- Doña Monsi, no se olvide de que, aunque haya perdido la memoria y ahora se crea un caballero, en el fondo es el laja y caradura de siempre.
-¡No le permito que hable así de mi acompañante! -gritó la presidenta echando la cabeza tan atrás para intensificar su autoridad que casi se cae por culpa del peso de su pelo que cada día se parece más a un cumulonimbus.
-Templa, querida, templa. No has de perder tu valioso tiempo en hablar con esas mujeres -apuntó él, mientras emitía un silbidito motivado por el aire al salir por el hueco de los dientes faltantes.
Aquella imagen de la pareja imposible, cogida de la mano que se marchaba a disfrutar de una noche de lujo, nos dejó a todos impactados y mudos.
El rumor se extendió con tanta rapidez que el viernes Carmela interrumpió su baja maternal por unas horas.
-Solo estaré hoy -le dijo a Neruda que le devolvió la fregona peor que un revuelto de gulas.
Carmela se pasó todo el día en el rellano de doña Monsi, repasando una y mil veces la puerta, a la espera de ver salir a la nueva pareja. A las cinco de la tarde, logró su recompensa: la presidenta salió acompañada del nuevo Eisi. No daba crédito y se puso tan nerviosa que les dio la enhorabuena y hasta un abrazo, cosa que desagradó totalmente a doña Monsi
-Quita, mujer. ¿Tú no estabas de baja? Pues largo de aquí.
A Carmela no le gustó nada el comentario, pero se le olvidó cuando una enfermera le avisó al móvil para decirle que no conseguían despertar a su marido tras la sesión de hipnosis.
-Yo creo que el hombre se ha agobiado tanto con la que se le viene ahora encima con tres mujeres en casa, que ha preferido quedarse en el limbo -apuntó Neruda, hablándole a la fregona, pensando una vez más que era doña Monsi.

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