Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

domingo, 31 de mayo de 2015

PACTO DE VECINOS
Úrsula trajo nuevos aires al edificio y no solo por su particular forma de hacer política vecinal, sino porque instaló un aparato nuevo de aire -acondicionado a sus sofocos- en las escaleras. Como era de esperar, en el edificio pusimos el grito en el cielo porque, además, Eisi se cargó la conexión de la luz y estuvimos dos días a oscuras. La Padilla, que ha regresado a su estado natural después del síndrome de enamoramiento súbito que padeció por culpa del fontanero, hizo constar en el libro de reclamaciones que "eso es un gasto innecesario". También María Victoria se quejó y, según le comentó a Esmeralda, la chica que ha contratado para que limpie su parte de la escalera, no es justo porque con tanto frío no va a poder estrenar los nuevos top sin mangas y moteados al estilo jirafa somalí.
Doña Monsi está perfectamente enterada de todo lo que ocurre. La presidenta de verdad sigue en Barcelona, tratando de solucionar con su hermana un problema de no sabemos qué tipo pero envió, vía correo ordinario, unas declaraciones para que las escucháramos a través del hilo musical. Eisi, que ahora es el jefe de seguridad del edificio, se mostró reticente, pero no quiso enfrentamientos y, al final, le permitió a Neruda, relegado a tareas menores, poner la cinta de casete con la voz de la presidenta ausente.
-Queridos vecinos, aun desde la distancia, sabed que sigo viva y coleando. No hagáis caso a esa insensata de Úrsula, porque le quedan dos telediarios. Estoy informada de todo por mi nuera Dolors, así que cuidadito con lo que hacéis. A mi vuelta, tomaré medidas- dijo con firmeza.
-Con ella esto funcionaba mejor -se lamentó María Victoria, mirando el cubo de agua azul petróleo con el que la chica limpiaba su rellano y donde flotaban grumos amarillentos.
A quien más benefició el cambio de presidenta fue a Carmela, pues Úrsula le puso un sillón en el ascensor para que pudiera sentarse cada vez que subía al ático para iniciar la ronda de supervisión.
-Entre el sillón, los pies hinchados y la barriga de Carmela, no hay quien quepa en ese aparato -se quejó la Padilla, al tiempo que sacudía con rabia las sábanas que había ido a tender a la azotea
-Esta situación es insoportable, sobre todo para gente de nuestro nivel. Alberto y yo estamos acostumbrados a un trato menos barriobajero. Encima, acabo de escuchar que también quiere montar una mercería en el portal -dijo María Victoria, comprobando si el sujetador, color piel de camello empolvado después de cruzar el desierto, estaba seco ya.
Al día siguiente, cuando vimos a Eisi dar golpes en el cuarto de contadores y a Brígida bajar con un cargamento de hilos de colores y cajas de alfileres, comprendimos que el rumor era cierto y alguien debió propagarlo porque las Bitels -las famosas cuatro metomentodo del barrio- hacían cola para conseguir botones de todos los tamaños.

-Hasta aquí hemos llegado -dijo la Padilla, a punto de llorar porque la tensión acumulada le trajo a la mente la imagen del fontanero.
-Pero ¿quién le ha dicho a esta que puede hacer lo que le venga en gana? ¡Venga ya! Es presidenta solo porque dijo que lo era -apuntó Bernardo el taxista.
-Es verdad. ¿Y si yo digo que lo soy? -preguntó la Padilla, volviendo a dejar la mente en blanco.
-Negativo. Eso sería una contra una. No sirve. Necesitas contar con apoyos -le recomendó Bernardo.
-Sí, eso es lo que están haciendo en los ayuntamientos. Mi primo es concejal y va a pactar con...
-¡Calla! -frenó en seco María Victoria a su marido, que se llevó una mirada salvaje de su mujer.
La tarde del jueves, la Padilla reunió en su casa a Neruda, al taxista y María Victoria y a su marido. Minutos después, salió a comunicarnos a todos que había pactado con los cuatro que ella fuera la presidenta. En ese momento, Neruda clausuró la mercería, desalojó el sillón del ascensor, arrancó el aparato del aire acondicionado y le comunicó a Carmela que, a partir de ahora, ella volvía a encargarse de limpiar las escaleras.

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