Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

martes, 26 de mayo de 2015

DEBERES NUEVOS
Una llamada urgente la noche del pasado martes, avisando de que su hermana tenía "problemas", obligó a doña Monsi a viajar hasta San Cugat del Vallés. Bernardo se ofreció a llevarla en su taxi al aeropuerto, pero ella, que salió en pijama (por la hora que era) y con un abrigo encima, dijo que prefería ir con Neruda porque el taxímetro le pone nerviosa. Todo ocurrió tan rápido que, a la mañana siguiente, su nuera Dolors nos contó que la presidenta estará ausente unas semanas. 
-Señor, ¡qué grande eres! -gritó Carmela, a la que ya se le empieza a notar la barriguita de gemelos, aunque también podría ser la de los dos donuts diarios que se come, y que ella justifica diciendo que, con los agujeros que tienen, "no puede engordar".
La cosa estuvo tranquila hasta el jueves por la tarde, cuando María Victoria se quejó de unas manchas que había en el rellano de su piso y le echó la culpa a Carmela, que, sin la presión de doña Monsi, se había olvidado de limpiar un par de días. 
-Acabo de pisar y mira cómo se han quedado mis zapatos de piel de cocodrilo del lago Tanganica -se quejó la mujer, mirando la suela empegostada.
-Eso es que son de mala calidad -se justificó Carmela.
-Vaya manera de hablarle a una persona de mi nivel -le espetó en toda la cara.
El escándalo llegó a tales dimensiones y decibelios que el cartel de la entrada del edificio se activó y las letras del recién estrenado nombre empezaron a parpadear a toda potencia a plena luz del día. Neruda se tapó los ojos como si al no ver aquello no estuviera pasando. Pero sí, estaba pasando. Brígida intentó detener la desagradable situación hasta que su hermana apareció y le hizo una seña a Neruda para que le activara el hilo musical.
-No puedo. Es de uso exclusivo de la presidenta -dijo él.
-Ahora yo soy la presidenta -le aclaró ella.
En ese momento, se produjo un silencio sepulcral.
-¿Qué miran todos? En ausencia de doña Monsi yo estoy al mando -dijo a ver si colaba, mientras le echaba una mirada a su hermana para que le refrendara su afirmación. 
-Sí, claro, tú eres la más capacitada -pronunció Brígida con la misma voz temblorosa con la que, de pequeña, le confesó a su madre, que estaba enamorada del hijo del cabrero.
Desde ese momento, nadie rechistó. Carmela retomó la fregona y puso doble lejía en el cubo, pues, tras varios días sin limpiar, el suelo estaba peor que el de un parque infantil después de un cumpleaños. Para sorpresa de todos, Úrsula le dijo que lo dejara porque a su edad, un embarazo era de alto riesgo y propuso que cada uno nos encargásemos de limpiar nuestra parte de escalera. 
-¿Y yo qué hago? -preguntó, preocupada por si ese era el primer paso para prescindir de ella.
-Ahora, tú eres la supervisora -le dijo a Carmela, que, emocionada, le prometió que si eran dos niñas a una la llamaría Ursulita. 
Esa misma tarde, Úrsula siguió haciendo cambios y relevó del cargo de jefe de seguridad a Neruda. En su lugar colocó a Eisi. "Ha estado en la cárcel y eso le hace estar más alerta ante cualquier imprevisto", le dijo a Bernardo, que se ofreció a llevarla gratis en su taxi, creyendo que tal vez así también él lograría algún carguito en el edificio. 
Quien se lo tomó muy mal fue María Victoria. Lo de tener que limpiar su trozo de escalera no le gustó nada. 

-Nosotros no podemos perder nuestro nivel "top high", fregoteando ahí fuera a la vista de todos -se quejó a su marido y, al día siguiente, el hombre contrató a una tal Esmeralda para limpiar su parte.
Los cambios ya han llegado a oídos de doña Monsi. De momento, ella no puede venir, pero le ha encargado a su nuera que le mantenga informada. Con el lío de las elecciones ayer, nadie limpió su parte de escalera, con lo que, a primera hora de esta mañana, Carmela ya estaba tocando puerta por puerta para que cumpliéramos con nuestro deber. "Ayer votaron. Hoy limpian", dijo la nueva supervisora. 

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