Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

miércoles, 15 de abril de 2015

CUESTIONES DE VIDA
La que por fin ha pasado comenzó siendo una semana bastante crítica para Carmela, que tuvo que enfrentarse a dos dudas importantes: una, la de su marido, que no entendía cómo a su edad (ella) y con la vasectomía (él) se pudo quedar embarazada (ella) y otra, la del médico que aun no tiene claro si al final lo que vienen son dos (bebés). 
-Pues no lo veo bien. Parece uno pero también podrían ser dos -le dijo su ginecólogo de toda la vida, mientras hundía cada vez más el ecógrafo como si buscase restos arqueológicos.
-Como siga apretando de esa forma va a terminar dividiendo el huevo ese en otro más y al final serán tres -dijo Carmela dolorida.
Solo cuando le enseñó la ecografía, Pepe -el hombre con el que lleva casada hace casi un año- se convenció de que no había duda: Él era el padre de aquellas dos manchas. Luego, al calor de una cena íntima para reconciliarse le confesó que no recordaba muy bien si lo que le habían hecho años atrás había sido una vasectomía o una litotricia. "Estaba dormido y no me enteré de mucho", se excusó.
Pero más allá del embarazo, en el edificio otro tipo de vida sigue y aunque doña Monsi no se ha recuperado del todo de la gota, ya ha empezado a dar sus primeros pasos, y más desde que su nuera Dolors ha venido de Sant Cugat del Vallés para estar con ella, creyendo que estaba en las últimas.
-Ay, suegra, allí en el pueblo todos pensábamos que s'hi havia mort -le dijo la mujer.
-Ya quisieran ustedes, que son como cuervos al acecho. Anda, tráeme el cojín que así no puedo pensar bien -le ordenó con desprecio.
Dolors ya había estado por la Isla hace unos meses pero se fue por problemas conyugales que no vienen al caso. Su regreso ha sido como una luz al final del túnel, sobre todo, porque es ahora ella quien aguanta directamente las tonterías de doña Monsi que, el miércoles, nos sorprendió a todos con la noticia de que había contratado visitas guiadas al edificio para darle vidilla. "Esto está muy aburrido", se justificó.

-¿Pero qué van a ver aquí? Vamos, por favor. Esa mujer está loca -se quejó la Padilla que aseguró que a su casa no entraba nadie de la calle.
-Pero ni que fuéramos el Palmétum -dijo Úrsula, pensando que, sin embargo, algo de palmeras tenían por parte de madre.
A quien no le disgustó para nada la idea fue a María Victoria que confesó que siempre había querido ser guía.
Dicho y hecho. El sábado recibimos la primera visita guiada. A las ocho menos cuarto de la mañana, cuando el sol apenas empezaba a abrir los ojos, tres mujeres, dos hombre y un niño tocaron en el portal. A pesar de que doña Monsi le había empapelad el coche con post it recordándoselo, Neruda se había olvidado así que la Padilla tuvo que bajar a abrir la puerta. Carmela se parapetó al inicio de la escalera con el cubo lleno de agua sucia y la fregona, cual mosquetero en posición de defensa.
-Por aquí no pasa nadie. Está fregado de ayer y no estoy yo en situación de repetir el esfuerzo -dijo masajeándose la barriga- Así que derechitos al ascensor.
Durante dos horas, María Victoria se encargó de enseñarles todos los entresijos del edificio, incluido el cuarto de contadores, donde se pasó más de 20 minutos. 
-¿Pero qué tanto tiene que contar ahí dentro? -preguntó Úrsula.
-Yo creo que se ha tomado lo de "contadores" al pie de la letra -apuntó su hermana. 
-A mí lo que me da es que quiere rentabilizar el modelito de guepardo en posición de ataque a la presa en medio de la selva africana y bañado en purpurina que lleva puesto hoy -se burló la Padilla.
Cuando pensábamos que nunca más se irían de allí, doña Monsi dio por terminada la visita con un brindis preparado por Dolors.
-Invita la casa -dijo la presidenta, levantando una copa de vino canario.
-La casa somos la comunidad -apuntó Neruda que acababa de llegar y advirtiéndonos de que los gastos ya los pasaría en el próximo recibo. Me lo temía.

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