Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

domingo, 5 de abril de 2015

CAMBIO DE HORAS
En el edificio estamos sumidos en una confusión tan grande que me estoy planteando seriamente huir de aquí. Con el cambio de hora del pasado fin de semana, doña Monsi ha montado tal lío que Eisi quiere volver a la cárcel. Su mujer ya le ha dicho que se deje de tonterías y que entrar en prisión no es fácil. "Para eso tienes que cometer algún delito", le recordó.
Todo empezó el sábado por la mañana cuando Neruda utilizó el hilo musical del edificio para comunicarnos, en nombre de la presidenta, que esa noche se iba a producir el cambio de hora y que tendríamos que adelantar los relojes un año. 
-¿Un año? Será una hora. Este hombre está cada vez peor -comentó Carmela mientras pasaba la fregona a los escalones impares, y es que, desde que se enteró de su embarazo, ha decidido tomarse las cosas con calma. 
La Padilla, que ya no le aguanta ni una a doña Monsi, subió a echarle en cara que estuviera confundiendo a los vecinos y le exigió que rectificara. 
-Me da igual lo que se lleve haciendo toda la vida. En este edificio mando yo.
A las nueve de la noche, Neruda volvió a recordarnos el cambio e insistió en lo del año.
-A ver, correveidile, ¿estás diciendo que en lugar de una hora tengo que adelantar 8.784 horas? Porque le recuerdo que el próximo año es bisiesto -le cuestionó Úrsula.
-¡Ay, mi madre! Mi mujer se va a coger un disgusto tremendo. Ella, que se quita dos años cada vez que cumple uno -comentó agobiado don Alberto, pensando en el sofoco que le iba a entrar a María Victoria. 
Esa noche todos nos quedamos haciendo guardia hasta la una de la madrugada, momento en que se iba a producir el cambio de hora en buena parte del mundo salvo en nuestro edificio. Neruda y Eisi se encargaron de la complicada misión de adelantar los relojes un año. 
-¡Esto no puede quedar así! -gritó María Victoria, que salió con doble ración de crema antiedad en la cara, por si acaso.
Su marido trató de tranquilizarla, pero Úrsula le dio la razón a su vecina y se puso trágica.
-¿Y ahora? ¿Qué pasará con nuestro pasado? Y cuando nuestros nietos nos pregunten por las navidades de 2015, ¿qué les vamos a decir?
-Ursi, cariño, no tenemos nietos -le aclaró su hermana, que prefirió no ahondar más en la herida y no le recordó que a sus casi 60 años tampoco tenían hijos. 
A las 00:59:59, doña Monsi se asomó por las escaleras y nos dio a todos la bienvenida a 2016. Lo siguiente que hizo fue anunciarnos que había subido la cuota de la comunidad. En ese momento, Eisi terminó de ajustar los relojes del edificio. Ya no había vuelta atrás. Estaba a punto de subir a casa y meterme en la cama con la esperanza de que todo hubiera sido un mal sueño, cuando un grito desgarrador retumbó en todo el edificio.

-¿Pero qué pasa ahora? -preguntó la Padilla mirando a Carmela, que parecía "El Grito" de Munch en versión Picasso. 
-¿Es que no se dan cuenta? Si ha pasado un año, ¿no debería haber tenido ya a mi bebé? Pues creo que todavía sigue aquí dentro -dijo tocándose la barriga.
-Por favor, que alguien llame a un médico. Esta mujer no puede estar más de doce meses con un niño ahí metido -gritó María Victoria. 
Úrsula levantó los brazos y pidió calma. 
-A ver. Tranquilidad. Si ha pasado un año, Carmela ya habrá dado a luz, con lo que lo importante ahora es encontrar al bebé. 
-¿Que le han robado al bebé? -preguntó María Victoria a punto de marearse y liando más la cosa-. Seguro que fue Eisi. Es el único delincuente de este edificio. 
-Señora, un poquito de respeto para mi marido, que él ya cumplió su condena -saltó Lupe, pero enseguida Eisi se interpuso entre ellas y confesó que, efectivamente, él se había llevado al bebé. Deseaba tanto volver a la cárcel y salir del edificio...
En fin, que a estas alturas de 2016, ya no sé en qué momento perdimos la cordura. 

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