Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

jueves, 15 de enero de 2015

CAMBIO Y CORTO
Terminaron las fiestas pero no las ideas raras de nuestra "querida" presidenta, que, a pesar de mis peticiones a los Reyes Magos, sigue en el edificio. Que me acercara a la Cabalgata, saltara sobre sillas de plástico, escay y madera, diera las explicaciones más rocambolescas a los de Protección Civil para poder acercarme a los pies de los camellos y hablar con Melchor en persona no sirvió de nada. Al contrario, me llevé el abucheo del público, el golpe seco de un caramelo de fresa ácida en todo el ojo y, para rematar la faena, con el bullicio, los de Oriente debieron malinterpretar lo que les dije, porque le trajeron a doña Monsi un "walkie talkie" con pantalla incorporada para tener conexión permanente con Neruda, al que con el nuevo año ha ascendido a jefe de seguridad del edificio. 
Úrsula no hace más que reírse desde que se enteró del ascenso meteórico de Neruda, que llegó el verano pasado para gestionar los buzones y ha terminado convertido en la mano derecha e izquierda de la presidenta. En cambio, su hermana Brígida parece preocupada. Me temo que se ha enamorado de él. 
-¿Que te has enamorado del cartero? -gritó emocionada Carmela al escuchar la confesión de Brígida, y a punto estuvo de pasarle la fregona por toda la cara, como si fuese un beso.
-¡Baja la voz, por favor! -le pidió susurrando-. No quiero que se entere nadie. Te lo cuento porque necesito desahogarme. 
-Claro, mujer. No diré nada -le prometió, y acto seguido subió a contárselo a la Padilla.
Esa misma noche, todos sabíamos la buena nueva, después de la anunciación de Carmela; todos, incluida Miniña, la caniche que los Reyes le trajeron a María Victoria y a la que ya han puesto su nombre en el buzón. Pero lo peor no es eso; ni que la perrita aún no sepa dónde tiene que hacer sus "cosas", ni los gritos desmesurados de Carmela cada vez que encuentra un charquito en medio de la escalera. No, qué va. Lo peor es que María Victoria ha convertido al can en su "mini yo" y la viste también con "leggins" y camisetas a lo "animal print". 

La que está que trina es Carmela. Entre el "walkie" de Neruda y los charquitos de Miniña está estresada. 
-¡Te quieres quitar de ahí que estoy fregando! -gritó Carmela cuando a primera hora del jueves Neruda comenzó a seguirla y a retransmitirle a doña Monsi cómo la mujer fregaba la escalera.
-Está mojando la fregona. Sí. Cambio. No. La lejía ya la puso. ¿Qué? Sí, con el mismo cubo de agua lleva ya tres pisos. Cambio. No. El zócalo ni lo ha tocado. Sí, tiene pelusas. Cambio y corto.
-Tú estás tonto, ¿verdad? -le dijo Carmela al nuevo jefe de seguridad del edificio.
-Lo siento pero la presidenta quiere que le cuente al detalle cómo haces tu trabajo. Le han contado que no te afanas mucho -le confesó Neruda. 
Esas palabras le sentaron a Carmela como un cubo de agua fría después de tres pasadas por el suelo de la azotea y exigió saber quién se había quejado. Con la cara de desquiciada que lo hizo, a Neruda no le quedó más remedio que confesarlo: "Fue María Victoria". 
Esa noche cuando regresé a casa después de una reunión de trabajo tardía, me encontré a todos los vecinos en el portal. Temí que fuera un atrincheramiento por alguna nueva norma de doña Monsi, pero Bernardo me despejó las dudas enseguida. 
-Miniña ha desaparecido.
Sentada en una silla, Alberto le daba aire con un folleto de las rebajas a su esposa María Victoria, que no solo no cabía en las mallas ajustadas que se había puesto, sino en sí misma tras el disgusto por la pérdida de su perrita. 
-Habrá que llamar a la Policía -sugirió la Padilla. 
-¿Cómo iba vestida en el momento de su desaparición? -preguntó Bernardo.
-Mejor obviar ese detalle -sugirió Úrsula-. No nos tomarán en serio.
-Llevaba una sudadera con manchas de tigre y una faldita de piel de serpiente -dijo entre sollozos María Victoria. 
-¡Dios! Lo sabía -murmuró Úrsula. 
Desde su casa y a través del "walkie", doña Monsi ordenó a Neruda -como jefe de seguridad del edificio- que fuera él quien diera parte a la policía. 

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