Los vecinos

Los vecinos
Aquí estamos los vecinos del edificio. Ilustración: Axel de la Rosa

domingo, 11 de mayo de 2014

COSAS DE SEÑORAS

He estado tan liada estas últimas semanas que no he tenido ni tiempo, ni ganas -lo confieso- de escribir. Pero todo sigue igual. Líos por aquí, líos por allá, líos por todos lados. 

La boda de Carmela y Pepe sigue adelante, aunque ya va contrarreloj. Brígida, que es la que le está haciendo el traje de novia (intentándolo al menos), no hace más que llamarla para que venga a probarse pero Carmela se ha comprometido a cuidar de la madre de Chen Yu para hacer la dieta china y apenas tiene tiempo. Como tenía 45 llamadas perdidas y 27 mensajes en el contestador, el lunes me pidió por favor que le echara una mano y, cuando volví del trabajo, me tuve que quedar con la señora un par de horas. Menos mal que la pobre centenaria se pasa el día durmiendo y no molesta mucho pero cuando se despierta se le activa algo en la mente y empieza a canturrear una especie de “Marinero de luces”, como el de la Pantoja pero en chino. Lo malo es que se me ha quedado grabado y me paso el día tarareando la cosa esa. Terrorífico, lo sé. 

Mientras, la madre de Pepe, que ha venido un mes antes en avanzadilla para supervisar la boda de su hijo, sigue de autoinvitada en mi casa. Ya le aclaré que yo no soy Carmela, su futura nuera, pero a ella no le importa. Dice que como ya deshizo la maleta prefiere quedarse conmigo hasta que los novios se vayan de luna de miel. “¿Tú sabes lo que es volver a doblar toda esta ropa?”, me dijo el día que terminó de guardar los 58 vestidos y 24 pares de zapatos en mis dos armarios. Fermina, que así se llama la madre del novio, es la típica metomentodo y ya ha tenido los primeros encontronazos con Úrsula que -hay que reconocer- está un poco crecidita después de que su hermano Terencio regresara de Venezuela y se convenciera por sus propios ojos de que el edificio en manos de los catalanes ha ido de mal en peor. “Yo te lo advertí pero tú nunca me haces caso”, le recriminó la hermanísima cuando le explicó la tiranía a la que nos está sometiendo Dolors. 

Con la marcha de Carmela, la escalera estuvo una semana sin limpiar y el edificio empezó a oler tan mal que el del butano se negó a entrar.

-Si este pobre hombre que está acostumbrado a los malos olores del gas no puede soportarlo, quiere decir que tenemos todas las papeletas para que nos clausuren el edificio por falta de higiene- gritó el martes la presidenta de la comunidad, Dolors, por el patio desde la ventana de su cocina.

Como nadie se dio por enterado, esa misma tarde nos citó a todos en el portal y allí nos repartió un paño y un bote de lejía a cada uno y amenazó con desahuciarnos si no limpiábamos de urgencia las escaleras. Bernardo se le encaró y le dijo que los únicos que pueden desahuciarnos son los bancos y ella, con la fregona a modo de escopeta, le recordó que aunque ya estaba jubilado, Bartomeu -su marido- fue director de una sucursal de la Caixa en Tarragona. 

Ese día, todos menos Brígida, que se quedó descosiendo el traje de novia de Carmela, nos pusimos a fregar los escalones del edificio sin rechistar. Temimos que la fregona de la Dolors estuviera cargada. Así que los martes y jueves toca zafarrancho de limpieza. Nos hemos dividido por turnos: a mi me toca los jueves que es el día que Fermina aprovecha para invitar a merendar a MI CASA a cuatro señoras de las que se ha hecho amiga y a las que en el barrio conocen como las ‘Bitels’ porque tienen su punto de encuentro en el paso de peatones de la esquina, al más puro estilo Abbey Road.

Solo espero que todo este lío de señoras chinas que cantan a lo Pantoja, señoras de Villagarcía de Arousa que se apropian de tu casa y de tus armarios y señoras presidentas de la comunidad que te obligan a limpiar la escalera a punta de fregona se acabe pronto porque si no, me cambio de edificio. Y no es una amenaza. 











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